Cada año, se producen alrededor de 1.500 millones de móviles en todo el mundo y a pesar de que son objetos comunes dentro de nuestra vida, nadie se para a pensar qué es lo que tiene en su interior. Hasta ahora…
Para responder a esta cuestión, un grupo de investigadores de la Universidad de Plymouth ha puesto un iPhone dentro de una trituradora para analizar el «zumo de Apple» resultante. Mientras que el hierro y el silicio eran los elementos más abundantes en su interior, el equipo encontró 70 miligramos de cobalto, 900 miligramos de tungsteno y 36 miligramos de oro. Estos dos últimos metales, junto con el estaño y el tántalo son conocidos como minerales 3TG o «de sangre», es decir, se consiguen en zonas de conflicto armado, algo que ha sorprendido mucho a quienes formaron parte del experimento.
La producción de un solo teléfono requiere al menos 7 kilogramos de mineral de oro de alto grado que se extraerá del suelo, así como 750 gramos de mineral de tungsteno, lo que da una idea de lo mucho que necesita comprar la industria de telecomunicaciones para satisfacer la demanda.
No fueron los únicos metales que se descubrieron tras triturar el teléfono. Existían varios elementos de las tierras raras tales como neodimio, praseodimio, gadolinio y disprosio. Estos materiales son muy codiciados por los fabricantes de tecnología debido a su magnetismo y conductividad, y se utilizan para mejorar el rendimiento de todo tipo de gadgets.
Sin embargo, como su nombre indica, son elementos escasos y los recursos están en peligro de agotarse. Muchos se extraen en Mongolia, pero se cree que si continúan con el ritmo de extracción como hasta ahora, en apenas 50 años habrán acabado con todo el suministro.
Uno de los coordinadores del proyecto, Colin Wilkins, de la Universidad de Plymouth espera que con esta investigación más personas se den cuenta de la industria que hay detrás de su smartphone y lo que conlleva su fabricación desde el primer minuto: «La sociedad en la que hemos vivido durante décadas está cambiando, y esperamos que este trabajo anime a más de uno a hacer preguntas sobre sus propios comportamientos».
Fuente: IFL Science