Saben cuántas veces te has levantado hoy a fumar, si has estado trabajando duro en las últimas cuentas anuales o si has perdido el tiempo organizando el fin de semana. Un programa espía en tu ordenador, al que denominan curiosamente de “control de productividad”, le contará a tu jefe todo esto. E incluso puede que esa indefensa silla sobre la que descansas esté registrando su nivel de ocupación… Y la razón, en teoría, es optimizar los recursos disponibles.
Gran hermano en tu ordenador
Workmeter es uno de estos programas “chivatos” que miden la actividad y la productividad del usuario de un ordenador desde que lo enciende hasta que lo apaga.
Tras una planificación con los responsables de la empresa, registra la actividad que tiene cada trabajador en todas las aplicaciones relacionadas con el trabajo y en las que se etiqueten como de ocio.
Además lo venden como un producto ventajoso también para el trabajador: “Ayuda a autogestionar su tiempo, ya que le informa del uso que hace de las aplicaciones y cuánto ha gastado en
reuniones o llamadas que le impiden concentrarse en lo prioritario”, asegura Pascal Kieger, directora de marketing de Workmeter.
Según Kieger, estas herramientas más que para vigilar al trabajador en el sentido negativo del término han servido, por ejemplo: “Para dar la seguridad necesaria a algunas empresas a la hora de implementar medidas de trabajo desde casa”. Empresas públicas, como el Ayuntamiento de Gavà, y privadas, como Privalia, la han puesto en marcha en sus equipos. “Y según nuestros datos, en dos meses de funcionamiento, la productividad crece en un 30%”, dice Kieger.
Incluso en EEUU, donde el teletrabajo está mucho más extendido, se ha puesto de moda el uso de herramientas como las de ODesk, cuyo software que toma seis capturas de pantalla por hora en el ordenador de los trabajadores “a distancia”. Así, la empresa controla siempre en qué andas sin que puedas hacer nada para evitarlo. En el país de la libertad de despido, por supuesto, un par de renuncios y adiós trabajo.
En España, según José López Calvo, subdirector general de Inspección de Datos de la Agencia Española de Protección de Datos: “Al principio, la Justicia española equiparó el ordenador del trabajo a un instrumento laboral pero de uso privado, como las taquillas. Lo que significaba que no podía ser vigilado sin el consentimiento de un juez. Sin embargo, en las últimas sentencias del Tribunal Supremo al respecto se considera un instrumento que se da al empleado para que desempeñe su trabajo, y se puede vigilar su uso siempre que haya preaviso efectivo de que este control se va a realizar”. De hecho, ya hay una sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de la Rioja que admite el despido disciplinario de una trabajadora que se conectaba a diferentes páginas de contenido lúdico (Facebook, Hotmail y Tuenti) durante el horario laboral. El fallo asegura que el control a la empleada se realizó tras varias advertencias, por lo que no es “ni injustificada, ni desproporcionada” y “no ha existido violación del derecho a la intimidad, siendo una prueba válida para acreditar el despido”. Pero
la vigilancia va mucho más allá del ordenador.
Los datos están en el aire
En febrero de este año, los empleados de Yahoo se desayunaban con un memorándum desconcertante. Una de las empresas abanderadas de la flexibilidad horaria y el trabajo en casa “sugería” a sus empleados cumplir sus horarios de trabajo en la oficina. Lo firmaba su jefa, Marissa Mayer (CEO de Yahoo): “Algunas de las mejores decisiones e ideas de esta empresa se han gestado en discusiones en los pasillos o la cafetería, conociendo a gente nueva y en reuniones improvisadas”, justificaba en su comunicado.
Pero ¿a qué se debe este cambio de política? Pues la culpa es de lo último en estudios sobre comportamiento social y productividad en el trabajo que ya están usando las grandes empresas estadounidenses. Un reportaje del número de marzo de The Wall Street Journal daba detalles sobre esta tendencia. Cuenta cómo The Bank of America, por ejemplo, utilizó estas técnicas para analizar si el tiempo compartido cara a cara entre su plantilla en los call centers era importante.
Para descubrirlo, pidió a 90 empleados voluntarios (al menos eso parece) que llevaran una especie de tarjetas de identificación con pequeños sensores que registraban desde sus movimientos hasta el tono de sus conversaciones. El resultado reveló que los trabajadores más productivos eran los que estaban más integrados y que hablaban con sus colegas frecuentemente.
“Así que, para lograr que sus empleados socializaran más, el banco programó descansos cortos en grupo. La productividad aumentó en un 10 por ciento”, concluye el semanario económico.
Dicho estudio fue llevado a cabo por Sociometric Solutions, una empresa surgida del MIT y dirigida por el experto en comportamiento de grupos Ben Waber, quien acaba de publicar Análisis de personas. Cómo la Tecnología Social transformará los negocios y qué nos cuenta sobre el futuro del trabajo.
“En nuestra empresa nos centramos en la medición de la conducta social en el mundo real usando datos sociométricos. Para ello, usamos dispositivos de detección electrónicos portátiles que bien podrían ser las tarjetas de identificación del futuro, que capturan cómo interactuamos cara a cara, todo tipo de comunicación no verbal y verbal, y tanto la proximidad como la localización de los usuarios. Estos datos, combinados con los del email, nos dan una visión completa de las relaciones laborales”, explica Waber a Quo.
Según ellos: “Con todos esos datos, las empresas obtienen una visión detallada de cada nivel de la organización, lo que les permite tomar decisiones prácticas sobre flexibilidad de horarios, e incluso gestión de espacios”. Es decir, partiendo de estos resultados pueden decidir con quién debes tomarte un café o almorzar, e incluso qué deberías comer.
¿Con quién comes?
De hecho, después de descubrir gracias a uno de estos estudios que la gente que comía en grupos más numerosos era más productiva, Google y otras empresas de tecnología, en aras de “potenciar las relaciones y, con ellas, la innovación”, instalaron mesas de cafetería más grandes. También la empresa del buscador “diseña” sus espacios de descanso con fruta y verdura en recipientes llamativos en primera línea, y los alimentos que considera dañinos para sus empleados los mete en botes opacos al fondo.
Pero ¿y si no queremos formar parte de estos estudios y nos resistimos a que dirijan nuestro comportamiento?
“Entendemos que nuestra tecnología cause recelos, pero en nuestros estudios nunca damos datos personales, y la participación es voluntaria”, aclara Waber. Según López Calvo: “La instalación de estas nuevas tecnologías en España tendría que ser notificada a los empleados, y estos deberían dar su consentimiento si no se acredita que es necesario para el desarrollo de la relación laboral. Prima el criterio de proporcionalidad: no pueden imponerte algo que no afecte directamente a tu competencia profesional”.
Pero parece que la cosa se pone peor. Waber asegura que en el futuro la información de los sensores que ya llevamos en los móviles, más los que portaremos en tarjetas identificativas especiales, mobiliario de oficina, etc., orquestarán los cambios en nuestro entorno laboral: “El puesto de trabajo del futuro cambiará constantemente. Tendremos máquinas de café que se muevan, y paredes y escritorios que cambien su configuración según las necesidades”.
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