Cuando el 21 de julio de 1969 Neil Amstrong pisó la Luna, una niña de cinco años en Montana pegaba la nariz a la pantalla de su televisor hipnotizada por lo que estaba viendo. Ese gran paso para la humanidad fue decisivo para Dava Newman, aquella niña, que hoy es una de las ingenieras aeroespaciales más reputadas del mundo. Trabaja en el MIT, donde es profesora de Ingeniería de Sistemas Aeronáuticos y donde ha creado BioSuit™, el traje que previsiblemente llevarán los astronautas del futuro en las primeras misiones tripuladas a Marte. En la última edición de TED Women, el foro donde se exponen las mejores ideas del mundo, se anunció como el traje espacial más sexy. Y no es de extrañar. Pegadito al cuerpo al más puro estilo Spider-Man, este traje ha sido creado con la colaboración de una firma de diseño industrial de Cambridge, Trotti and Associates, y el fabricante italiano de complementos para moteros Dainese, entre otros. Pero al margen de su aspecto, tras este traje hay más de diez años de investigación concienzuda y una apuesta personal decidida.
Movimiento sexy
“Los trajes espaciales que se utilizan hoy pesan unos 140 kilos y permiten poca movilidad, porque usan gas para crear la presión necesaria alrededor del cuerpo. BioSuit™ permite mucha más movilidad y flexibilidad, debido a que la presión no se genera con un gas en una especie de globo a nuestro alrededor, sino mecánicamente y directamente sobre el cuerpo, como si fuera una segunda piel, gracias a la denominada contrapresión mecánica”, explica Newman a Quo.
Para lograrlo, ella y sus colaboradores han investigado cómo reacciona nuestro organismo ante las distintas intensidades de gravedad y así poder contrarrestarlas sin usar gases.
Al fin y al cabo, como apunta la propia Newman: “Los trajes son naves espaciales en miniatura, la última protección con la que se encuentra el cuerpo humano en el espacio”.
Sin embargo, los trajes espaciales de contrapresión mecánica no son una idea nueva. El primero en acuñarla fue el fisiólogo Paul Webb, quien desarrolló un prototipo a principios de los 70. “Fue una gran idea que llegó antes de tiempo, ya que entonces no disponían de materiales suficientemente avanzados como para ejercer la presión necesaria”, dice Newman
Enredados
Una de las claves del BioSuit™ es que está formado por las llamadas “líneas de tensión”, las que le dan aspecto de malla o de red de araña, que no se rompen cuando su portador flexiona brazos y rodillas. Los materiales activos que las componen, como el titanio y el níquel, conservan memoria de forma, de manera que el nailon del traje se expande y vuelve con la fuerza necesaria como para ejercer sobre la piel la presión justa (un 30% en el caso de Marte) y mantener con vida a quien lo lleva. Además, Newman confiesa haber encontrado inspiración para crear el BioSuit™ en la propia naturaleza.
Modelos de cuello largo
“Me intrigaba cómo las jirafas son capaces de bajar la cabeza para beber agua y acto seguido subirla unos cuatro metros sin desmayarse. Pues resulta que tienen una increíble musculatura en el cuello que se contrae cuando suben la cabeza, para facilitar que la sangre bombee hasta la cabeza a gran velocidad y con la fuerza necesaria para que no pierdan el conocimiento. Pues este mismo efecto es el que hemos simulado en los G-suits”, continúa Newman.
En principio, la idea es usar este traje durante la actividad extravehicular, en los paseos espaciales, donde los astronautas necesitan más la movilidad que les aporta. Pero además, el BioSuit™ tiene otras muchas ventajas. “Es más seguro, ya que es elástico y, si sufre una rotura en plena misión, se puede arreglar con un simple remiendo espacial. Sin problemas de despresurización, como ocurre con los actuales”, explica Newman. Además, la estructura de los existentes exige que los astronautas tengan una altura mínima (de 1,63 m en adelante), mientras que con BioSuit™ cualquiera podrá aspirar a explorar el espacio.
Por último, Newman también ha desarrollado una versión de este traje pensada para el interior de la nave, el GLCS o Gravity Loading Countermeasure Suit, que ayudará a los astronautas a mantenerse en forma durante el viaje, de entre seis y dieciocho meses de duración, a Marte. Los estudios han demostrado que se pierde hasta un 40% de masa muscular en el espacio; pero utilizando la contrapresión mecánica a modo de gimnasio portátil, esta podría reducirse al mínimo, e incluso desaparecer en las misiones futuras.
A pesar de todo esto, resulta posible que Newman no llegue a ver sus trajes desfilando por el espacio. Desde que en 2005 dejó de recibir financiación de la NASA, el ritmo de trabajo de su investigación se ha lentificado más de lo que a ella le gustaría. Aun así, parece que en 2015 el GLCS se probará a bordo de una nave espacial de la ESA que viajará en una misión corta a la ISS.
Quizá por si las cosas se tuercen, Newman y sus colaboradores se ocupan ahora con ahínco de darle al BioSuit™ también una utilidad terrestre. “Estamos trabajando en el uso de su tecnología en un dispositivo biomédico, un exoesqueleto a modo de malla, que ayudará a mejorar la movilidad a niños con parálisis cerebral, por ejemplo”, termina Newman. Parece ser que, si se les aplicara un refuerzo de contrapresión mecánica a estos niños en edades tempranas, sobre todo antes de los dos años, se podría conseguir mejorar mucho su calidad de vida.
Flotar con propulsión personal
En los últimos meses se ha conocido la existencia de un proyecto que podría competir con Newman en la carrera hacía el desarrollo del traje espacial del futuro. El Laboratorio Draper, una institución que también trabaja con el MIT y el Centro Espacial Johnson de la NASA, está desarrollando un traje que funciona como una nave espacial acoplada a medida del cuerpo del astronauta.
En lugar de flotar en el espacio a merced de las fuerzas que actúan sobre él, el traje será capaz de tomar las riendas y moverse a su antojo. Tendrá una mochila propulsora mucho más potente que las actuales, que no solo servirá como sistema de emergencia, sino como método de propulsión para moverse al estilo de los Segway. De hecho, está dotado con una tecnología a base de giroscopios muy parecida a la de este vehículo terrestre.
La idea de Draper es que los astronautas no floten, sino que vuelen en el espacio para realizar sus labores de investigación o toma de datos, como si lo hicieran en la Tierra, cogiendo su vehículo y dirigiéndose al lugar en línea recta. Aunque no hay bocetos públicos todavía, sí sabemos que se trata de un traje con gas, así que seguro que no será tan sensual como el de Newman.
En definitiva, lo importante es dar el relevo a los EMU, las unidades de movilidad vehicular que la propia NASA describe como “de movilidad limitada”.
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