Entre un 25 y un 40% de los accidentes de coche podrían estar causados por las distracciones. Aunque resulta difícil medirlo, es evidente que la sobredosis de estímulos de nuestra vida diaria se traslada también al vehículo, donde se acumulan los dispositivos y fuentes de información. Algunos laboratorios, como el de Charles Spence, de la Universidad de Oxford, trabajan para encontrar soluciones desde la Neurociencia. “Estamos utilizando lo que hemos aprendido en los últimos 20 años sobre el cerebro para diseñar nuevas formas de alertar al conductor que no habían sido probadas antes”, explica a Quo. Su equipo ha comprobado, por ejemplo, que mediante señales auditivas y táctiles se puede mejorar la velocidad de respuesta ante un imprevisto, que existen variables como el sonido del coche, o el olor, que cambian la percepción de seguridad de pasajero y conductor, y que cuando vamos hablando por el móvil es mejor que salte una señal acústica que una alerta visual.
Su trabajo, y el de otros, se centra en construir una especie de coche antidistracciones, en el que la tecnología aproveche la forma en que trabaja el cerebro. Aunque hay quien predice que el futuro son los coches automáticos, Spence cree que tardarán en conquistar el mercado porque la mayoría no quiere aún dejar en manos de una máquina decisiones que le pueden costar la vida. Los coches del futuro, predice, sonarán, vibrarán y registrarán algunas señales biológicas del conductor para avisar de los peligros.
En el cerebro del conductor distraído
Uno de los hallazgos más interesantes de Spence y su equipo es que los dispositivos para poner en alerta al conductor están casi exclusivamente dirigidos al sistema visual, cuando no es siempre la mejor de las soluciones. Utilizar avisos auditivos y táctiles puede mejorar la velocidad de respuesta. En sus pruebas con simuladores, Spence descubrió que colocar un sistema de avisos en el cabecero del asiento, justo en la nuca del conductor, aumentaba la velocidad de respuesta en 50 milisegundos. “Eso, comparado con el mismo sonido si lo emites de frente”, explica Spence. “Con solo cambiar el lugar lo puedes hacer más eficaz.” Sus trabajos muestran que este espacio detrás de la cabeza tiene un circuito dedicado en el cerebro que nos hace responder más deprisa, quizá porque “en el pasado”, especula Spence, “nos ha sido útil evolutivamente saber qué teníamos justo detrás de nosotros”.
Los expertos creen que mejorar en 500 ms la respuesta del conductor ante un imprevisto podría reducir hasta un 60% el número de colisiones frontales. Científicos canadienses realizaron en 2013 un estudio en el que registraban la actividad cerebral de varios conductores al volante, y lo que mostraron las imágenes de su cerebro da una idea de lo que ocurre cuando el conductor se relaja: la actividad cerebral pasa de forma radical de las partes posteriores, donde se encuentran las áreas visual y espacial, a la zona de la corteza prefrontal. Cuando vamos sumidos en nuestros pensamientos, las tareas cognitivas reclutan más recursos y las posibilidades de no detectar con tiempo un imprevisto se multiplican.
Una de las principales fuentes de preocupación es el uso de dispositivos móviles. Poner estos aparatos frente al conductor no disminuye el problema, puesto que su atención se centra en la pantalla y el sujeto se vuelve ciego a todo lo demás. “Una estrategia es que los mensajes duren solo unos segundos, y que después vuelvan a llevar tu atención a la carretera”, asegura Spence. “O que los dispositivos se activen en función del tráfico, que no den información cuando estás frenando, por ejemplo, o que si detecta otro vehículo cerca, la información desaparezca”. Llevarán pequeños sensores que detecten los movimientos oculares del conductor, la presión que ejerce al volante y su movimiento en el asiento, de modo que el coche pueda tomar medidas y avisarle del peligro.
Otro de los objetivos del laboratorio interdisciplinar de Oxford es aumentar los niveles de alerta del conductor: evitar que se quede amodorrado y baje la guardia. El equipo de Spence está probando un dispositivo que permitiría proyectar imágenes subliminales en el parabrisas que activen directamente los miedos del conductor. “Lo hemos hecho en el laboratorio y los usuarios conducen de manera más segura, porque su cerebro está más alerta”, explica. Otra forma de aumentar la atención es por medio de los olores. Según el neurocientífico, “algunos olores, como el de los cítricos, te hacen reaccionar más deprisa, mientras que si hueles lavanda, te relajas y la respuesta es más lenta”.
La tecnología también permite encontrar estrategias a problemas eternos, como el punto ciego de los espejos. Uno de los investigadores del laboratorio ha desarrollado un sistema que indica al conductor, mediante sonidos, si hay un vehículo en las proximidades. “Dependiendo del tipo de coche y su velocidad, el sonido sería más o menos pronunciado”, indica Spence, “y también podría ir acompañado de vibración direccional, que vendría de la localización precisa donde se encuentra el peligro”. Modular el sonido del motor para provocar menos sensación de seguridad o velocidad es otra de las estrategias que se barajan. “Uno de los riesgos que afrontamos es el del umbral de seguridad”, comenta el experto. “Está comprobado que, cuando alguien tiene la sensación de ir muy seguro, aumenta el nivel del riesgo que asume, de modo que no interesa que se sienta como si fuera indestructible.”
El coche ideal para Spence es un vehículo multisensorial en el que conductor y coche están prácticamente interconectados. “Estamos pensando en poner parches en el cuerpo, de modo que, cuando cambien, sepas que algo pasa”, adelanta a Quo. Estos parches se expandirían o se harían más pequeños en tu estómago o tu espalda cuando te acerques a algún peligro, como si se tratara de una pupila táctil, de modo que la respuesta del conductor sea casi automática. “Estamos hablando de un coche que integre toda la información, como el estado del tráfico, las condiciones de la carretera… El conductor aún tiene el control, pero el coche conoce lo que pasa y toma decisiones”.
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