«A veces el robot se rebela y no quiere ser vendido», explica Diego Rodríguez, responsable de los talleres de teatro con robots para niñas y niños a partir de siete años que se imparten en Ros Film Festival
Las niñas y niños de 2021 serán quienes decidan cómo será el mundo en muy poco tiempo, un mundo que va a transformarse tanto desde la tecnología que va a ser difícil reconocerlo.
El acceso a las tecnologías en la infancia abre la posibilidad de que participen de ese futuro digital y tecnológico como artífices del plan, podrán estar ON, o ser espectadores del metaverso, o de cualquier invento que programen otros.
La elección no es la pastilla roja o azul de Matrix, pero casi. El despegue de la cultura tecnológica y la digitalización es tan abrumador que ya es insalvable la distancia entre quienes entiende de qué va esto de programar, diseñar un software, mover bitcoins, etc. etc. y quienes se pelean a diario con la legión de automatismos que responden al teléfono para cualquier gestión.
A los siete años, una niña o un niño lo puede ser todo, puede elegir estar ON, o sentarse a esperar.
El Taller de Teatro Robótico de Ros Film Festival trata de eso, de poner en las manos de niñas y niños muy pequeños, a partir de los siete años, una máquina conectada por WIFI a un dispositivo. Es una máquina que hablará, que tendrá un papel en una obra, el papel que ellos hayan querido asignarles.
Diego Rodríguez, de la empresa alicantina El Caleidoscopio, es el responsable de los talleres que se imparten a lo largo del certamen en distintos centros escolares y bibliotecas de Alicante.
El público de estos talleres son niñas y niños, y el objetivo es que programen un robot, que consigan que camine, se mueva, y hable, que tenga un papel en los escenarios.
¿Les interesan los robots cuando llegan al taller?
Sí, mucho, les interesa mucho. Al trabajar con un robot humanoide se sienten mucho más curiosos que si es un coche que pueden programar o teledirigir. El humanoide puede hablar, moverse como un humano, y esto les llama mucho la atención.
¿Qué robots usáis para el taller?
Usamos un robot canadiense que se llama J.D. Humanoide, de una empresa que se llama EZ-robot. Utilizamos un programa diseñado específicamente para talleres con niñas y niños. Es un robot muy pensado para la infancia.
¿Cómo empieza el taller?
Lo primero que aprenden es que para que un robot funcione tiene que estar conectado a un dispositivo desde el que lo manejas. Ese dispositivo es el ordenador, o el teléfono móvil. Por primera vez entienden qué es WIFI, y cómo conecta el robot con el ordenador. Ya tienen conectado el robot con el ordenador, pero ahora hace falta una conexión más, la del robot con el programa que nos va a servir para manejarlo.
Una vez conectados, es posible programar al robot actor. Pero tienen que saber qué quieren que el robot haga. Así que antes de empezar, han de crear una historia, una pequeña obra en la que uno de los actores será un robot y otro actor será el niño o la niña.
¿Cómo lo configuran?
El robot tiene una posición exacta para iniciarse correctamente. Si no está en esa posición, y tratan de que mueva un brazo, se caerá. Todas las partes del robot son servomotores, y los chicos tienen que ajustar esos servomotores hasta una medida exacta, una posición concreta para que el robot funcione correctamente.
Como un vídeo juego
Sí, prácticamente le tienen que ir dando más y menos en la pantalla, y van viendo cómo la posición de las distintas partes del robot va cambiando, hasta que dan con la correcta. Más o menos consiguen dejarlo estable para que pueda funcionar.
Una vez que ya tienen hecho eso y configurado, pasamos a explicar todo lo que el robot puede hacer. Este programa es muy sencillo porque tiene dos partes, una más avanzada, de bloques, y otra más sencilla muy visual, con cajitas de colores, cada cajita es una acción, y simplemente tienen que ir seleccionando cajitas, según lo que quieren que haga el robot y colocarlo en orden. Pueden elegir entre distintas acciones: que levante el brazo, que salude, que baile etc. También pueden crear una acción si quisieran que hiciera algo que no está entre las opciones.
¿Pueden hacer que tenga expresión?
«Cuando activan las opciones para los ojos del robot, parece que le dan un poquito de alma»
En los talleres hacemos que los chavales creen acciones para los ojos del robot. Pueden desarrollar acciones de parpadeo, que guiñe un ojo, que se iluminen en distintos colores, etc. Es llamativo como con estas acciones le dan al robot un poquito de alma, de pronto parecen tener sentimientos.
¿Cómo hablan?
A través de un sintetizador de voz que viene ya en el propio programa. Todas las voces que tengas instaladas en el ordenador son las voces que puede ejecutar el robot. Pueden elegir voz de chica, de chico, el idioma, incluso que tenga o no acento argentino.
¿Y el texto? ¿Cómo programan lo que el robot tiene que decir?
Lo escriben. Escriben el texto que el robot reproducirá. Antes tienen que pensar entre ellos una escena, un pequeño sketch que representarán en directo. Les echamos una mano, por ejemplo, les decimos que tienen que vender su robot al público. La obra consiste en que el niño y la niña vende el robot y el robot tiene que mostrar sus habilidades.
Una vez hechas todas las elecciones, voz, texto, si los ojos se iluminan o no, ¿cómo envían las órdenes para que el robot las ejecute?
Cuando todo está elegido, pasamos a la programación del bloque. Aprenden que todo tiene que ir por secuencias. Por ejemplo, si quieres que hable, primero tienes que colocar en la cadena la Acción Hablar, (la cajita del color correspondiente), y después, añadir el texto que quieren que diga, que han escrito previamente. Así es cómo se programa, moviendo cajitas de colores en su secuencia correcta, como piezas de un puzle.
¿Se encariñan con los robots?
Hay de todo, pero por lo general les tratan bien. Cuando eligen sus nombres, no les llaman “cacharro”, les suelen poner nombre de persona: María y Pedro son los más comunes. Una vez tuvimos una Juliana.
Y, ¿algún robot se niega a ser vendido?
Sí, a veces, en la obra que representan, digamos que el robot toma conciencia y se rebela. A veces los niños eligen esa rebelión.