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Las polémicas recomendaciones dietéticas de 2020 en EEUU ¿merece la pena seguirlas?

Duras con la grasa, permisivas con el azúcar y el alcohol, ignorando a los expertos y a los últimos estudios científicos, es poco probable que las nuevas recomendaciones dietéticas del gobierno de EEUU solucionen sus graves problemas de salud

Cada cinco años el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos de América (USDA) publica nuevas recomendaciones dietéticas para alimentarse de forma saludable. Estas recomendaciones no solo determinan el menú de las escuelas, prisiones y bases militares en este país, sino que influyen en las autoridades sanitarias de todo el mundo.

Pero ¿deberíamos seguir estas recomendaciones? Si analizamos los resultados, resulta dudoso. Estados Unidos es un país enfermo. Según un estudio de 2018, solo el 12% de la población está sana metabólicamente, es decir que casi nueve de cada diez tiene riesgo de padecer diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares. El 42% de sus habitantes están clínicamente obesos, y uno de cada diez estadounidenses tiene diabetes diagnosticada.

Los expertos coinciden de que la causa principal de la mala salud en EE UU es la dieta, combinada con la falta de ejercicio físico. Las primeras recomendaciones publicadas en 1980 recomendaban comer una dieta variada y no pasarse de calorías, evitar la grasa saturada, los lácteos enteros y la carne roja, comer muchos cereales integrales y evitar el exceso de azúcar, sal y alcohol.

Las recomendaciones dietéticas para 2020-2025, cuatro décadas más tarde, han cambiado muy poco. Parecen recomendaciones razonables, y cabría pensar que, si no cambian, es porque están funcionando, pero los datos cuentan una historia muy distinta.

La obesidad y la diabetes no paran de crecer

La ventaja de EE UU es que es un inmenso laboratorio, un país grande y rico con una abundancia de datos sobre su población, y es fácil proponer directrices e identificar tendencias. El problema es que este experimento millones de personas han perdido la salud y la vida.

La obesidad clínica (índice de masa corporal mayor de 30) en EE UU ha pasado de un 15% en 1980 a un 42% en 2020.

Datos: Centers for Disease Control (CDC)

La prevalencia de la diabetes ha crecido desde el 2,3% hace cuarenta años hasta el 11% de hoy, todo según datos del CDC (centro de control de enfermedades).

Datos: Centers for Disease Control (CDC)

Las razones esgrimidas para explicar esta discrepancia entre la dieta oficial y los resultados catastróficos en la salud son principalmente dos: que el consumo de calorías en EE UU ha aumentado en estos cuarenta años, y que en realidad, poca gente sigue las recomendaciones de la USDA. La primera es cierta, la segunda no.

En efecto, las calorías medias consumidas en EE UU han pasado de 3.200 kcal en 1980 a 3.900 kcal en 2020, un incremento del 22%. Pero las personas no comen más sin un motivo. ¿Qué ha cambiado? Los datos indican que los estadounidenses comen más calorías pero menos nutrientes, y que esto está saboteando su apetito.

El problema inexistente de la grasa saturada

El caballo de la batalla de las recomendaciones dietéticas, año tras año, son las grasas saturadas. Son los ácidos grasos presentes en la carne, los lácteos y en los aceites vegetales de palma y coco.

La recomendación es limitar su consumo a un 10% de las calorías diarias como mucho. Esto para una dieta de 2.000 kcal representa 20 gramos, unas dos cucharadas de mantequilla o unos 150 gramos de bacon* al día.

Sin embargo, los estadounidenses, contrariamente a lo que se piensa, no consumen tanto bacon como parece. De hecho el consumo de grasas saturadas está entre el 11 y el 12%, muy cerca de la cantidad recomendada. El consumo de grasas de origen animal, como el tocino y la mantequilla, ha caído en picado en las últimas décadas.

Datos: USDA

Muy al contrario, es el consumo de aceites vegetales, recomendados por la USDA y otras instituciones como saludables, el que se ha disparado.

¿Qué aceites vegetales? Principalmente de soja y colza (canola). No hay que olvidar que según los mismos datos de la USDA, en 1910 se consumía cuatro veces más mantequilla y cinco veces más tocino, y los casos de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares eran extremadamente raros.

Datos: Statista

¿Y qué hay de la carne roja? Seguro que ese es el problema, ¿verdad? De nuevo, y probablemente por las propias recomendaciones de la USDA, el consumo de carne de vaca y cerdo no ha hecho más que descender, ya que los ciudadanos de EEUU lo han sustituido por el pollo que se les presenta como más saludable.

Datos: USDA

Desde hace cinco décadas se ha asociado el consumo de grasa saturada con el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, pero esta afirmación está muy en entredicho. Es difícil explicar por qué en Francia o Finlandia, países donde se consume una cantidad mucho mayor de grasa saturada, los niveles de obesidad y enfermedades cardiovasculares son mucho más bajos que en EEUU.

En agosto de 2020  un grupo de investigadores entre los que se cuenta el español especialista en nutrigenómica José María Ordovás publicó un informe solicitando que se eliminara el límite a las grasas saturadas.

En el informe de los expertos se concluía que “No hay pruebas sólidas de que los actuales límites máximos arbitrarios del consumo de grasas saturadas en toda la población de los Estados Unidos vayan a prevenir las enfermedades cardiovasculares o a reducir la mortalidad”.

Un grupo de expertos en nutrición y miembros del propio comité asesor de la USDA enviaron una carta al congreso de EE UU haciendo la misma petición. Las opiniones de esto expertos han sido desoídas una vez más.

El azúcar y el alcohol

Las recomendaciones de la USDA no han modificado el límite a la cantidad diaria de azúcar añadida, que se queda en un 10%, a pesar de que el comité asesor de expertos había recomendado en julio rebajarlo al 6%.

Un 10% de las calorías en una dieta de 2.000 kcal supone 50 gramos de azúcar añadida. Una sola lata de coca cola contiene 39 gramos, y el azúcar añadida se encuentra presente en un 80% de los alimentos.

Es fácil comprender así que el consumo percápita de azúcar en EE UU es muy alto, unos 70 gramos por persona y día, superando en un 40% la cantidad recomendada por la USDA. Sin embargo, resulta llamativo que su consumo se ha reducido ligeramente en las últimas dos décadas desde su pico en 2000, mientras que la obesidad ha seguido creciendo.

Datos: USDA

El azúcar es problemática porque la fructosa, uno de los componentes del azúcar común, influye en la leptina, la hormona que regula el apetito, y evita que el cerebro reciba la señal de que ya estamos saciados. En varios experimentos, al dar comida alta en azúcar, combinada con grasa, las personas comían más cantidad de forma espontánea.

Las nuevas recomendaciones también mantienen el límite anterior para las bebidas alcohólicas: dos copas al día para hombres y una para mujeres. Sin embargo, un estudio publicado recientemente por The Lancet  considera que no hay cantidad segura de alcohol, ya que cualquier ingesta aumenta la mortalidad.

La contumacia de la USDA

Las recomendaciones de la USDA de 2020 presentan ejemplos poco realistas de lo que constituye una dieta adecuada. Por ejemplo, comparan un yogur entero con azúcar (la opción “típica”) con un yogur desnatado con fruta (la opción deseable). Sin embargo en EEUU la mitad del yogur que se consume es desnatado, con frecuencia con grandes cantidades de azúcar.

Fuente: USDA

Por otra parte, las recomendaciones coinciden con la dieta que de hecho siguen muchos estadounidenses, con lo que el argumento de que en general no se hace caso de ellas no tiene sentido.

  • El aumento de calorías en la dieta de los estadounidenses procede de una mayor ingesta de aceites vegetales, presentes sobre todo en alimentos ultraprocesados que se venden como “saludables”. Los mismos aceites vegetales que recomienda la USDA.
  • Por otro lado se limitan las grasas saturadas sin suficiente evidencia de que sean perjudiciales para la salud y a pesar de que se ha comprobado que no aumentan la mortalidad ni la morbilidad.
  • Estos mismos alimentos ultraprocesados, que constituyen el 60% de la dieta estadounidense, suministran la mayor parte de la ingesta de cereales, de la cual la mitad ya son integrales, tal y como aparece en las recomendaciones, que recomiendan una gran cantidad de cereales diaria (6 onzas, alrededor de 170 gramos).
  • Las recomendaciones de la USDA ponen un límite al azúcar añadido que es el doble de lo recomendado tanto por los expertos de su propio comité como por la OMS, que lo fija en un 5% de las calorías.
  • Asimismo beber alcohol a diario entra dentro de los límites, a pesar de que claramente incrementa la mortalidad.

La contumacia de la USDA, que persiste en unas recomendaciones que no tienen ningún efecto positivo en su población, es lamentable. Más aún cuando la pandemia de COVID-19 se ceba con las personas con síndrome metabólico a causa de una dieta inadecuada.

¿Hay alguna explicación para esta aparente incompetencia? Según publica el New York Times, más de la mitad del panel de dietistas de este año tiene vínculos con la industria alimentaria, en concreto el International Life Sciences Institute, un grupo fundado por la compañía Coca Cola.

Asimismo, los científicos que dirigen los subcomités recientemente creados sobre mujeres embarazadas, madres lactantes y niños pequeños tienen vínculos con la industria de alimentos para bebés. Todo esto debería ser razón suficiente para, en contra de lo recomendado, tomarse estas recomendaciones con una pizca de sal.

 

*En 150 gramos de bacon, unas 15 tiras, hay 60 gramos de grasa en total, pero solo 20 gramos es grasa saturada, la mayor parte, unos 26 gramos, son ácido oleico, el mismo que contiene el aceite de oliva.

Darío Pescador

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