Se incorporó primero a las máscaras de gas, y tras la I Guerra Mundial, a coches, aviones y en la construcción. Lo descubrió en 1903 por accidente el científico francés Édouard Béné-dictus al tirar un frasco que había contenido nitrocelulosa y comprobar que los pedazos se mantenían juntos en su forma original.
Redacción QUO