CIENCIA

¿Y si nuestra estrategia para salvar el planeta es errónea?

Una nueva teoría sugiere que pensamos en nuestra relación con el medio ambiente como un intercambio social, lo que lleva a la creencia de que el comportamiento “respetuoso con el medio ambiente” puede compensar el comportamiento “perjudicial”.

Pero a diferencia de un paso en falso social, nuestra huella ambiental no puede ser suavizada.

Publicada en Frontiers in Psychology, la investigación, liderada por Patrik Sörqvist, revela cómo los anunciantes, los políticos y los sistemas económicos juegan con la psicología de la «compensación climática”. Los autores han desarrollado una teoría para explicar por qué dañamos el medio ambiente, incluso cuando tratamos de solucionar los problemas.

Según el equipo de Sörqvist, es prácticamente imposible realizar un seguimiento del impacto ambiental de cada una de nuestras acciones, por lo que recurrimos a «reglas de oro» mentales para evaluar nuestra huella verde. El problema es que estos juicios intuitivos e innatos evolucionaron para tratar con la interacción social, donde las decisiones moralmente justas e injustas pueden anularse mutuamente.

“La reciprocidad y el equilibrio en las relaciones sociales han sido fundamentales para la cooperación social y, por lo tanto, para la supervivencia, por lo que el cerebro humano se ha especializado a través de la selección natural para calcular y buscar este equilibrio – explica Sörqvist en un comunicado –. Pero cuando se aplica al cambio climático, este pensamiento social de dar y recibir conduce a la idea errónea de que las elecciones más ecológicas pueden compensar por las conductas insostenibles”.

En realidad, todo el consumo causa un daño ambiental permanente, y las opciones verdes son, en el mejor de los casos, apenas menos dañinas que las otras. Incluso el comportamiento ecológico puede ser perjudicial

«Por ejemplo, algunos grupos han descubierto que las personas piensan intuitivamente que la carga ambiental de una hamburguesa y una manzana orgánica en combinación es menor que la carga ambiental de la hamburguesa sola – añade Sörqvist – , o que las emisiones totales de un grupo de vehículos siguen siendo las mismas si se agregan coches híbridos a la ecuación, como si estos no contaminaran nada, ni en sus trayectos ni en la fabricación. Esto nos lleva a buscar todo tipo de soluciones rápidas mal orientadas para aplacar nuestra culpa ecológica. Lo mejor para el medio ambiente sería que consumamos menos. Deberíamos dar a los consumidores información inmediata sobre cómo afectan, de verdad, los productos etiquetados como ecológicos. Por ejemplo, los sistemas de escaneo automático en supermercados podrían proporcionar a los clientes una estimación de la huella de carbono acumulada de su cesta de la compra”.

Juan Scaliter

Juan Scaliter

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