No solo humanos y neandertales nos saltamos a la toreara la endeble barrera entre especies y el sexo dio frutos. Los promiscuos bonobos, y una especie de chimpancé extinta, también lo hicieron hace 400.000 años. Un nuevo estudio genético de nuestros primos cercanos da pruebas de que la hibridación entre especies ha sido más habitual de lo esperado y, además, ventajosa.
El Instituto de Biología Evolutiva IBE (CSIC-UPF) estudia el pasado, el remotísimo pasado humano. ¿De dónde venimos? Esta es la vieja pregunta que late en todo lo que tocan. Son especialistas en desenmarañar ADN fósil, ese resto biológico que perdura por los siglos de los siglos anclado a esqueletos petrificados. Gracias a estos trabajos hemos sabido que a lo largo de la larguísima historia ha habido especies de humanos que ya no están entre nosotros.“Podemos hablar de la existencia de docenas de especies humanas que se han extinguido”, explica a QUO Tomàs Marquès-Bonet, director del IBE, e investigador principal del estudio que acaba de publicar Nature Ecology and Evolution y que hoy tiene de fiesta a los amantes de la antropología.
Han encontrado una rama de chimpancé arcaico, extinguida, que se cruzó con los bonobos hace medio millón de años, una especie fantasma, la llaman así porque no hay registro fósil de su existencia.
Un 3% del genoma actual de bonobo proviene de ese linaje extinto, y lo han encontrado tras secuenciar el genoma completo de 59 chimpancés y 10 bonobos salvajes modernos. Este estudio revela grandes cosas sobre el pasado africano de los que no bajaron de los árboles, pero, además, explica mucho de los que sí lo hicimos, de los que un día nos descolgamos de las ramas y dejamos los bosques.
¿Docenas de especies humanas extintas? “Sí, podemos hablar de docenas de especies, o paleoespecies humanas que están representadas en el registro fósil”, responde Marquès-Bonet. Son parte de la respuesta a esa pregunta con eco ancestral: ¿de dónde venimos? Venimos de todos ellos. No todas convivieron con los Sapiens Sapiens, los nuestros.
Sobre el número de especies humanas con las que “convivimos” aún no hay un rotundo acuerdo. “Estamos seguros de que lo hicimos con Neandertales y Denisovanos – explica Marquès-Bonet –. De ambas especies hay abundante ADN y registro fósil. Pero estudiando genes hemos encontrado dos especies más, una en África y otra en Asia. Llevamos en nuestro ADN su marca molecular, su herencia genética. Pero no tenemos fósiles”.
Esto significa que hay dos especies de humanos fantasma, que habitaron la tierra al mismo tiempo que nosotros y dejaron su señal en nuestro ADN. Y aquí no acaba el cuento. Ni mucho menos. Solo se conserva ADN de fósiles que tengan una antigüedad de no más allá de entre 50 o 70 mil años. “Si son fósiles más antiguos, las bacterias se habrán comido todo el ADN, y no queda nada”. Así que por ahí anda el límite de lo que los genes pueden contar. 70, quizá hasta 100 mil años atrás. Lo que ocurriera antes de esa frontera es solo materia oscura.
En su tenaz reconstrucción del pasado, el IBE acaba de añadir pistas, encontradas en el ADN de la especie viva más cercana evolutivamente a los humanos. Chimpancés y bonobos son casi un calco de mujeres y hombres modernos.
“El registro fósil de los chimpancés es muy pequeño. Viven en África, en los árboles de la selva tropical, en zonas muy húmedas y con suelos muy ácidos, donde la materia orgánica se descompone rápidamente”, explica Marquès-Bonet. Los fósiles allí se derriten. Así que se sabe poco sobre los ancestros de los grandes simios. Y, cuando no hay fósiles, lo que el ADN cuenta es un tesoro.
Para realizar el estudio, han comparado el genoma de 59 chimpancés y 10 bonobos salvajes modernos, y han identificado pequeños fragmentos de ADN que no podían provenir de un cruce antiguo entre las dos especies conocidas, o de una mutación aleatoria. «Esos fragmentos tenían que venir de otra fuente», comenta Marquès-Bonet.
Esa otra fuente es el chimpancé fantasma, del que no ha quedado ningún registro fósil. Las tres especies habrían vivido prácticamente en la misma región durante millones de años, bordeando el río Congo, y la especie fantasma, ahora extinguida, se cruzó con los bonobos dando lugar a descendencia fértil hace más de 400.000 años.
El equipo del Marqués-Bonet ya reveló que los bonobos y los chimpancés, las dos especies que componen hoy el género de los chimpancés (Pan), se habían cruzado dando lugar a descendencia, igual que lo hicieron los neandertales y los humanos modernos. Pero la huella genética de esta especie ancestral solo está en bonobos. Que por qué se cruzaron con bonobos sí y con chimpancés no… El río Congo seguramente tuvo algo que ver. Quizá a los chimpancés los dejó del otro lado del libertinaje.
Han conseguido recuperar hasta un 3% del ADN del fantasma, aún activo en los bonobos, y han encontrado que su herencia biológica es para estarles bien agradecidos. El ADN que los bonobos conservan de estos antepasados es especialmente rico en genes, y, además, estos genes propician una mejora en el sistema inmunitario, y una mayor adaptación a distintos recursos alimenticios. Es decir, heredaron un escudo biológico que les vino bien para llegar a nuestros días sanos y salvos. Los expertos lo llaman “secuestro de variantes genéticas”
El estudio del IBE muestra una vez más que la hibridación entre especies tiene ventajas evolutivas, consigue una adaptación mucho más rápida que con una simple mezcla al azar de genes de los nuestros. En la hibridación, nos quedamos con lo mejor del otro, o al menos con algunos de los alelos ya mejor adaptados.
Los Sapiens hicimos lo mismo. Nos quedamos con lo mejorcito del neandertal. Nos dejó una huella genética que alcanza hasta un 4% de nuestro ADN y, como ocurre con los bonobos, esos genes también refuerzan nuestro sistema inmune. Nos hacen una especie más fuerte.
La investigación no ha revelado por completo el papel que desempeñan los fragmentos de ADN de «chimpancé fantasma». Y, tratándose de bonobos y chimpancés, es inevitable preguntar si puede ser ese ADN heredado el que los hace tan diferentes, es decir, la razón por la que los chimpancés resuelven sus dilemas a porrazos, y los bonobos con sexo a todas horas y sin prejuicios.
En África tenemos unos primos agresivos, los chimpancés, a menudo crueles, con relaciones entre machos y hembras violentas al extremo. Y, los otros primos, los bonobos, con relaciones sociales pacíficas y placenteras, para los que el sexo es incluso una moneda de cambio, y que viven en un matriarcado. En los bonobos manda una hembra alfa.
¿Y si es este ADN del fantasma el que marca la diferencia? Si la respuesta fuera sí, habrían encontrado la base molecular del sexo como actitud, nada menos. Pero no podría ser tan fácil. “No hay evidencias. No hay una base molecular que explique el comportamiento sexual diferenciado de los bonobos. Hemos hecho estudios anteriores tratando de explicarlo. Pero era un poco naif pensar que lo lograríamos con un solo estudio. Hemos encontrado algo que tiene que ver con diferencias en la ovulación de ambas especies, pero nada que explique un comportamiento sexual tan complejo como lo es el sexo. Probablemente no todo lo vamos a poder explicar desde el conocimiento del ADN”, concluye Marqués-Bonet. Una pena, ¿no?