Algunas estrellas se orbitan mutuamente a distancias de hasta un año luz. El origen de esa ligazón constituía un misterio hasta que Bo Reipurth, de la Universidad de Hawái, y Seppo Mikkola, de la de Turku (Finlandia), simularon por ordenador una teoría posible.
Según exponen en la revista Nature, estos astros podrían haber formado parte de un trío surgido en un cúmulo gaseoso en el que podrían haber danzado de forma caótica. Tal frenesí habría lanzado al menor de los tres a una órbita de enorme amplitud y fusionado a los otros, y esas dos estrellas han seguido rondándose desde lejos durante miles de millones de años.
Pilar Gil Villar
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