Para resultar más amenazadores algunos animales enseñan sus colmillos y gruñen, y otros sacan sus garras. El ser humano también tiene su propio mecanismo y consiste en poner eso que vulgarmente llamamos «cara de cabreo». Hasta aquí todo archisabido. La novedad es que un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Santa Bárbara (California) ha llegado a la conclusión de que las expresioens de ira que conocemos como cara de enfado en el fondo son un mecanismo casi congénito de nuestra especie (de hecho hasta los niños que padecen ceguera de nacimiento la utilizan sin haber tenido nunca ocasión de aprenderla de sus mayores).
Además, es un mecanismo de una simpleza extrema. La expresión de enfado emplea siete grupos de músculos distintos que se contraen de manera altamente estereotipada. Así que cuando se vayan a quejar de que Stallone o Van Damme siempre pone la misma cara cuando se «cabrean», meditenlo un poco más y llegarán a la conlusión de que solo ponen esa expresión porque no hay otra. Y es que como afirman los autores de la investigación, cara de «cabreo» solo hay una.
Según el estudio, la característica más común de la cara enfadada es la ceja baja. Seguida de otras como marcar los pómulos, apretar los labios, hinchar la nariz o sacar la barbilla hacia afuera. No hay mucho más. Pero con tan pocos elementos se consigue un resultado asombroso: y ed s que las personas tendemos a creer que nuestros semejantes son más fuertes de lo que realmente son cuando muestran un rostro colérico.
Utilizando caras generadas por ordenador, los investigadores demostraron que cada uno de los componentes individuales de la cara de enfado hacían que aquellas personas parecieran físicamente más poderosas. Así, tomaron una imagen computarizada de un rostro humano promedio y luego la transformaron digitalmente de dos maneras: una versión mostraba las cejas hacia abajo y la otra, las cejas hacia arriba. Solo con esa diferencia, el rostro ya parecía enfadado. Cuando las dos caras se mostraron a los voluntarios, estos señalaron la imagen de las cejas bajas como la de un hombre físicamente más fuerte.
«Dado que las personas que son juzgadas como más fuertes tienden, en igualdad de circunstancias, a salirse con la suya con más frecuencia, concluimos que cada elemento de los que definen un rostro iracundo está diseñado para ayudar a intimidar a los demás, haciendo que el individuo enojado parezca más capaz de infligir daño si no es apaciguado» «, afirma Aaron Shell, uno de los directores del estudio.
los investigadores manejan la hipótesis de que la ira, el enfado, nació para usalro «como elemento de negociación», en caso de conflcito con otros semejantes; como un modo de comunicar a la otra parte que el evento que desencadena el enojo no es aceptable, y que el conflicto no terminará hasta que se alcance un acuerdo implícito. Por es emotivo, y por revelarse como un arma muy útil, la expresión de ira humana se habría convertido en algo tan simple y a la vez tan universla, capaz de ser utilizad ay comprendida por cualquiera.
Redacción QUO
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