Durante años, la antropóloga Debbie Guatelli-Steinberg, se ha centrado en el análisis de dientes fosilizados. Ella fue la autora del estudio, publicado en 2004, que comparó las piezas dentales de los neandertales con los actuales inuit, buscando pequeños defectos, líneas en el esmalte que mostraran signos de estrés. Sus conclusiones demostraron que nuestros primos evolutivos no tuvieron una vida mucho más difícil que la de los esquimales, un conocimiento que revolucionó nuestra concepción de la vida en el pasado.
«Los dientes nos dan una visión de una variedad de aspectos de la evolución», explica Guatelli-Steinberg. Por ejemplo, los expertos estudian la estructura de los dientes, sus protuberancias y surcos, para señalar las relaciones entre diferentes especies.
También es una herramienta fundamental para medir el desarrollo general en la mayoría de los animales, es decir cuándo llegan a la edad adulta. Y, desde luego, es fundamental para conocer la dieta de la especie estudiada, ya que el desgaste microscópico en la superficie puede sugerir qué tipo de alimento comió un individuo.
Ahora, en un libro titulado Lo que los dientes revelan sobre la evolución humana (What Teeth Reveal About Human Evolution, Cambridge University Press), se centra en el presente y mira hacia el futuro. “Tenemos dientes que fueron adaptados para comer una dieta muy diferente de la que comemos hoy – explica en esta obra –, al menos en las sociedades occidentales. Problemas como las cavidades y la acumulación de placa se han magnificado enormemente en los seres humanos de hoy. La selección natural no nos ha preparado bien para el tipo de comida actual”.
Guatelli-Steinberg señala que el 99% de la historia evolutiva de los seres humanos, la pasamos comiendo alimentos que habían sido cazados o recolectados, sin embargo nuestros dientes no están adaptados para la dieta actual de alimentos suaves, procesados y azucarados. Esto ha provocado un aumento notable en la cantidad cavidades y placa. También somos mucho más propensos a tener dientes desalineados, que requieren tratamiento ortodóncico o cirugía.
«Las dietas blandas – concluye Guatelli-Steinberg no estimulan el crecimiento de la mandíbula, y los dientes, especialmente nuestros terceros molares (dientes del juicio), se ven afectados. De hecho, la incidencia del tercer molar se volvió 10 veces más común después de la Revolución Industrial. Hoy en día, en varias culturas, tenemos personas que se incrustan joyas u oro en los dientes, los alargan, los tatúan o los eliminaban por completo. No quiero imaginar lo que los antropólogos del futuro concluirán cuando examinen nuestros dientes”.
Juan Scaliter
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