¿Quién lo hubiera dicho? Ferrán Adriá (o nuestra abuela) es capaz de producir los mismos químicos en nuestro cerebro con sus platos que Mozart (o AC/DC), con su música. Así lo afirma un nuevo estudio realizado por expertos de la Universidad McGill, liderados por Daniel Levitin.
De acuerdo con los resultados, publicados en Nature, el sistema químico-cerebral que interviene en los sentimientos de placer por el sexo, las drogas recreativas o los alimentos, también es fundamentala la hora de experimentar placer por la música.
Del estudio participaron 17 voluntarios de ambos sexos que recibieron naltrexona (o naltraxona), un medicamento ampliamente recetado para tratar trastornos de adicción (drogas y más recientemente alcohol). Luego, mientras escuchaban su música favorita, se midió su respuesta y descubrieron que estas ya no les provocaban placer.
«Esta es la primera demostración de que los opioides del cerebro están directamente involucrados en el placer musical – señala Levitin en un comunicado –. Nuestros resultados coinciden con la hipótesis que habíamos postulado, pero las impresiones que los voluntarios del estudio (17 de ambos sexos) compartieron con nosotros después del experimento, resultaron fascinantes. Uno de ellos comentó: “Sé que esta es mi canción favorita pero no la siento como suele hacerlo”, mientras que otro afirmó: «Parece bonita, pero no me dice nada».
En el texto, los autores explican que todo aquello que nos produce placer (alcohol, sexo, un juego amistoso de póquer, por nombrar algunos), también puede conducir a comportamientos adictivos. La comprensión de las raíces neuroquímicas del placer ha sido una parte importante de la investigación de la neurociencia durante décadas, pero solo recientemente hemos desarrollado las herramientas y métodos para hacer este tipo de estudios en seres humanos.
Juan Scaliter
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