Un nuevo estudio publicado por Caleb Brown, paleontólogo del Museo Real Tyrrell de Paleontología en Drumheller (Canadá), en la revista especializada Nature, asegura haber encontrado el secreto de seducción de los Borealopelta markmitchelli, un género extinto representado por una única especie de dinosaurio. El borealopelta vivió a mediados del período Cretácico, hace aproximadamente 125 millones de años, en lo que hoy es Norteamérica.
El ejemplar fue descubierto de forma accidental por Shawn Funk, un operador de maquinaria minera en Alberta (Canadá). El operario se percató de que había algo extraño en las rosas de la Mina Millennium de Albertas Suncor e informó al museo, que continuó la excavación y acabó dando con los huesos del dinosaurio. Lo cierto es que el ejemplar está muy bien conservado, su cuerpo mide 5,5 metros de longitud y pesa unos 1.300 kilos.
[image id=»91764″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Pero hay algo que destaca especialmente en su estructura: su armadura. El ejemplar conserva numerosas filas estrechamente espaciadas de pequeñas placas de armadura u osteodermos. Coronando a estas, se encuentran una especie de «espinas» óseas más flexibles que contienen queratina. Es muy extraño encontrar este tejido blanco en fósiles, por lo que los investigadores no han podido analizarlos nunca muy a fondo. En esta ocasión, tuvieron el privilegio de poder examinar detenidamente este tejido blando en un ejemplar que data de hace 110 millones de años.
Gracias a eso, Brown pudo medir la queratina que contenían las ‘espinas’ exteriores desde el hocico del animal hasta las caderas. Fue así como descubrió que las placas óseas más próximas a su cola estaban cubiertas con una fina corteza de queratina. En cambio, las ‘espinas’ que sobresalían de los hombros del dinosaurio tenían una corteza mucho más gruesa. Igualmente, esta especie de colmillos externos son mucho más elaborados en la zona delantera y que rodea su cabeza que en el resto del cuerpo.
Las conclusiones de Brown son que los detalles observados sugieren que la evolución de estas ‘espinas’ fue impulsada por las demandas de comunicación social. La ornamenta podría haber proporcionado una advertencia a enemigos potenciales, lo que resulta muy atractivo para parejas sexuales potenciales.
Vía | Nature
Rafael Mingorance
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