Hacia 2050 se prevé que las áreas adecuadas para el cultivo de café en Latinoamérica disminuyan entre un 73 y un 88%. Sin embargo, la diversidad en las especies de abejas puede impedirlo, incluso aunque muchas especies de estos insectos desaparezcan a medida que la temperatura global aumenta. Así lo afirma un reciente estudio liderado por David Roubik, científico del Smithsonian Tropical Research Institute, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
“Si tuviera que apostara la hora de predecir el futuro de una determinada región– explica Roubik en un comunicado – , hacemos un trabajo mucho mejor si consideramos las plantas y los animales (o en este caso las abejas) y su biología. Los modelos tradicionales no se basan en la capacidad de los organismos para cambiar, sino que están basados en el mundo tal como lo conocemos ahora, no en la forma en que podría ser a medida que las personas y otros organismos se adapten a él”.
El equipo de Roubik analizó el impacto que producirán en América Latina, la región cafetera más grande del mundo, diferentes escenarios de calentamiento global, considerando tanto las plantas como las abejas. Los resultados mostraron que, a pesar de las disminuciones previstas en todas las especies de abejas, en todos los escenarios al menos cinco especies de estos insectos sobrevivían en áreas adecuadas para el café; en aproximadamente la mitad, quedaron 10 especies de abejas.
Para las tierras que ya no serán aptas para la producción de café según los modelos analizados, el equipo recomendó estrategias de manejo para ayudar a los agricultores a cambiar a otros cultivos o sistemas de producción. En las áreas donde se espera que la diversidad de abejas disminuya, pero el café todavía puede crecer, las estrategias de adaptación pueden incluir el aumento del hábitat de abejas y el mantenimiento de abejas nativas. Muchos tipos de café prefieren crecer a la sombra de árboles altos. La elección de las especies de árboles que favorecen a las abejas es una estrategia en la que todos ganan, según los autores.
El ejemplo favorito de Roubik de un cambio medioambiental potencialmente enorme que no se desarrolló como se predijo, es el caso de las abejas africanas, que fueron liberadas accidentalmente en Brasil en 1957 y que comenzaron a ocupar cada vez más territorios hacia el norte del continente. Se había predicho que estas abejas interrumpirían el delicado equilibrio entre las especies de bosques tropicales y sus polinizadores nativos. Pero Roubik descubrió lo contrario: en los bosques tropicales de México, las plantas polinizadas por abejas africanas producían más flores, lo que hizo que las abejas nativas tuvieran más polen y néctar.
«Las abejas africanas regulan tanto la temperatura de su nido como su propia temperatura corporal usando agua – añade Roubik – Cuando el clima es más cálido,y a menos que sea demasiado seco, están mejor adaptadas para soportar el cambio climático y polinizar el café, una planta también africana”.
Prestando la debida atención a los procesos biológicos y gestionando el cultivo de café para obtener la máxima polinización, los productores de café pueden adaptarse a cambio climático, señalan los responsables del estudio.
Juan Scaliter
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