Un grupo de investigadores de la Universidad de Iowa, ha intentado comprender por qué los trastornos del espectro autista (TEA) son más comunes, entre dos y cinco veces más, en niños que en niñas. Sus descubrimientos, publicados en Molecular Psychiatry, muestran, en ratones, diferencias en una ruta de señalización cerebral implicada en el aprendizaje y la motivación que hacen que sean más vulnerables a un problema genético causante del autismo.
«Un aspecto intrigante del autismo es que afecta predominantemente a hombres, cuatro niños se ven afectados por cada niña – explica el autor principal del estudio, Ted Abel –. No entendemos cómo actúa este trastorno que predispone con mayor frecuencia a ellos que a ellas”.
Este sesgo también se observa en otros trastornos del neurodesarrollo, como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y deficiencias específicas del lenguaje.
Los investigadores utilizaron ratones con anormalidades en el comportamiento de aprendizaje de recompensas. Este tipo de conducta está gobernado por una parte del cerebro llamada cuerpo estriado y se interrumpe en personas con autismo y otros trastornos del neurodesarrollo.
Casi uno de cada 200 casos de autismo es causado por la eliminación de una sección de ADN en un cromosoma particular. Este tipo de trastorno también se conoce como una variación de número de copia (CNV, por sus siglas en inglés). Los ratones utilizados en el estudio carecían de este fragmento del ADN. Los resultados mostraron que solo los ratones machos sin esta sección de su ADN, tenían problemas relacionados con el aprendizaje de recompensa, mientras que las hembras no se veían afectadas.
«Los problemas con el aprendizaje de las recompensas podrían explicar por qué las personas con autismo no interactúan socialmente: porque no lo encuentran gratificante del mismo modo – añade Abel –.También serían la razón por la que aquellas personas con autismo tienen intereses restringidos: porque solo encuentran gratificantes cosas muy selectivas. Finalmente sería la clave para comprender las diferencias en la adquisición del lenguaje, ya que los circuitos neuronales implicados en el aprendizaje de recompensas son los mismos que intervienen en el aprendizaje y la producción de idiomas”.
«Esta es una de las primeras pruebas en un modelo de autismo de ratón, de un “efecto protector femenino”, desde el comportamiento hasta el nivel molecular – concluye la coautora Nicola Grissom –. Estos hallazgos arrojaron una nueva luz sobre la ciencia de los trastornos del neurodesarrollo, muchos de los cuales son más comunes en niños. Sin embargo, también abordan la cuestión más amplia de cómo el sexo y el género influyen en la neurobiología de cómo aprendemos y nos comportamos. Creemos que estamos en el camino correcto”.
Juan Scaliter
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