Teóricamente, no debería haber problema en que una persona viajara a la máxima velocidad que permiten las leyes de la física, la de la luz. Es una cifra muy inferior a la que alcanza el archiconocido Flash, quien, según los cálculos de algunos amantes de los cómics, superaba por mucho el límite que marca la relatividad. Para conseguirlo, el superhéroe debía lograr una aceleración increíble, el mayor problema para un organismo humano real.
El récord (en humanos) lo ostenta actualmente el capitán de la fuerza aérea de EE. UU. Eli Beeding Jr., quien alcanzó 55 kilómetros por hora en una décima de segundo montado a lomos de un trineo propulsado por un cohete en 1958. Eso equivale a una aceleración de 82,6 G, más de diez veces superior a la que aguantan los pilotos de Fórmula 1. En cuanto a la velocidad máxima, el récord aún lo ostentan los astronautas del Apollo 10 de la NASA, que llegaron a los 39.897 kilómetros por hora al regresar a la Tierra, tras dar una vuelta al planeta.