La agresión es un comportamiento que se encuentra en todo el reino animal y que configura la vida humana desde los primeros encuentros en el patio de la escuela hasta, en su expresión más extrema, el conflicto armado y global. Como todo comportamiento, la agresión se origina en el cerebro. Sin embargo, la identidad de las neuronas que están involucradas y cómo sus propiedades contribuyen a la expresión estereotipada sigue siendo en gran medida un misterio.
La actividad en un grupo poco estudiado de células cerebrales se puede relacionar con un comportamiento agresivo en ratones. Esa es la conclusión de nuevo estudio realizado por Instituto Karolinska en Suecia y publicado en Nature Neuroscience. Utilizando técnicas optogenéticas, los investigadores, liderados por Christian Broberger, pudieron controlar la agresión en ratones estimulando o inhibiendo estas células. Los resultados contribuyen a una nueva comprensión de los mecanismos biológicos detrás del comportamiento agresivo.
Las neuronas analizadas, hasta ahora poco conocidas, se encuentran en el núcleo premamilar ventral (PMv) del hipotálamo, una parte del cerebro que controla muchos de nuestros impulsos fundamentales y desempeña un papel clave en iniciar y organizar el comportamiento agresivo.
Estudiando ratones machos, los investigadores descubrieron que los animales que mostraban agresión cuando se colocaba un rival potencial en la jaula, mostraban una mayor actividad en estas neuronas. Gracias a la optogenética, el equipo de Broberger, pudo iniciar un comportamiento agresivo en situaciones donde los animales normalmente no atacan y también inhibir un ataque.
«Uno de los hallazgos más sorprendentes de nuestro estudio – concluye Broberger en un comunicado – fue que los efectos de la manipulación de la actividad de estas neuronas, duró hasta dos semanas”.
Juan Scaliter
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