CIENCIA

Jurassic World a examen

En su día a día se dedican a investigar y escribir artículos científicos y a excavar la tierra en busca de fémures, cráneos y dientes fosilizados. Pero hoy les hemos hecho hablar de cine. La próxima entrega de la saga jurásica llegará a las pantallas el 12 de junio y hemos querido saber cómo la afronta la especie de investigadores más cercana a su contenido: el grupo de Biología Evolutiva de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, especialistas en los modelos reales de las criaturas que protagonizarán Jurassic World.

Y según descubrimos ya al ver sus camisetas, son fans incondicionales de las películas. “Nosotros crecimos en plena fiebre de los dinosaurios, y yo aprendí con 6 años, en la primera entrega, la palabra paleontólogo. Entonces supe lo que quería ser de mayor”, relata una entusiasta Elena Cuesta, especializada hoy en describir y establecer parentescos para el dinosaurio carnívoro Concavenator corcovatus.

“¿Inteligentes los velocirraptores? No habrían sido más listos que un avestruz”

Como sus compañeros, trabaja bajo la supervisión del profesor Francisco Ortega (coautor de nuestro blog Dinoscience), quien modera la reunión y les lanza jugosos anzuelos para la discusión. A raíz de mi primera pregunta –¿cuánto tienen de reales los animales jurásicos de la película?– comienza un tremendo revuelo de datos, géneros, denominaciones y detalles anatómicos. La palma de oro a la falta de rigor se la llevan los veteranos velocirraptores. Los problemas son “todos”, según Ortega. Daniel Vidal puntualiza: “Ese tamaño es imposible; deberían tener un máximo de dos metros de largo, como pavos”. Claro, que entonces la escena de la cocina en la primera parte no habría dado miedo a nadie.

Aunque puede que la confusión arrancara fuera de los estudios. Según explican, el dibujante Greg Paul propuso en su libro Predatory Dinosaurs of the World que se podía incluir en los velocirraptores otra especie emparentada más grande, Deinonychus. El mundo científico no aceptó la hipótesis, pero el autor de las novelas de la saga, Michael Crichton, usó ese libro entre su documentación. De hecho, Vidal asegura que “los primeros bocetos de ese animal llevan el nombre Deinonychus, pero alguien de producción debió de cambiarle el nombre basándose en los dibujos de Paul. Y velocirráptor suena mucho más agresivo”. Ortega añade que, además, sus caracteres son una mezcla de todo el grupo al que pertenecen: “Es un híbrido de cine”.

Además, con un comportamiento inteligente que en la pasada película llegaba incluso al uso de un lenguaje muy elaborado. “Siempre se ha dicho que estas criaturas, más próximas a las aves, eran más inteligentes que el resto, pero incluso el dinosaurio más inteligente no superaría al avestruz, una de las aves menos espabiladas que se conocen”, apunta Daniel. Todos coinciden en que su estructura social tampoco daba para esa complicidad que se apunta en las películas anteriores, y deja intuir incluso actuaciones para la venganza.

Pero las licencias continúan. La atracción acuática del parque, el mosasaurio, exhibe una especie de escamas, u osteodermos, en el lomo. “Antes se les atribuían, pero ya tenemos registro fósil de piel de esos animales y sabemos que eso no es así”, apunta De Miguel.

“Nada parecido a ese pulgar”
Aunque el gran protagonista de la discusión es, precisamente, el mismo de la película, Indominus rex. Un híbrido creado en el laboratorio a partir de especies reales convertido en motor argumental y, se espera, suscitador de pasiones. Adrián Páramo se reconoce abogado del diablo: “Yo soy muy escéptico en cuanto al dinosaurio este, que parece un monstruo de feria colado como eje central de la trama”. Su condición de criatura inventada podría admitir cualquier desvarío de guionistas y diseñadores. Pero la web viral oficial que simula ser la del Parque menciona las especies extintas que le sirvieron de ingredientes. Y proporciona así a los especialistas un campo abonado para la crítica. A Daniel Vidal no le cuadran unos dientes que no tendría ningún dinosaurio, ni (de nuevo) las placas óseas de su piel, “seguramente confundidas con otro tipo de escamas de uno de los dinosaurios de los que está hecho, Carnotaurus”. Carlos de Miguel argumenta que sus brazos son más largos que los de los dos grupos de carnívoros que lo componen, y que ningún dinosaurio tiene algo “ni remotamente parecido a su pulgar oponible”. Eso sí, las plumitas del brazo les han dado una gran alegría.

“Indominus rex representa el mito del caos encarnado en un reptil sin control que arrasa porque es su obligación”

“Es el dragón de la edad media”
De Miguel reflexiona entonces sobre la necesidad de crear ese bicho nuevo y terrible “cuando estamos hablando de dinosaurios, que se supone que son lo suficientemente impresionantes y asombrosos. Pero nos hemos acostumbrado a ellos”. Así comienza una nueva línea de discusión sobre el sentido de la película. Elena Cuesta atribuye a Indominus un sentido comercial, tanto para el parque ficticio como para la productora real. “Una vez que Jurassic World funciona con las réplicas de dinosaurios auténticos, este nuevo ser de fabricación humana atraerá más visitantes a la isla”, y aumentará la taquilla en nuestros cines.

Alejandro Serrano tiene una particular visión de su papel en el argumento: “Para crear al Indominus han juntado los elementos más terribles del malo de película perfecto: manos, dientes, tamaño, incluso inteligencia. Pero a mí me parece bien, porque así ese papel monstruoso se lo quitan a los animales”. Su violencia desmedida no es nueva en la saga ni en el imaginario popular. Ortega lo identifica con “el dragón de la Edad Media y con Godzilla. Es el mito del caos encarnado en un reptil incontrolable que arrasa sin maldad, porque es su obligación”, explica, “y tiene que haber unos instrumentos para que el orden social se restablezca”.

Y aquí sale la pasión de sus compañeros, ahora más fans que paleontólogos. “En realidad, todos tenemos la esperanza de que el tiranosaurio que no está saliendo en las promociones sea al final el héroe, que los humanos, incapaces de barajar al monstruo, le digan: ¡Encárgate tú, Rexi!”, arenga Francisco Gascó. “Porque es la Rexi de las anteriores, incluso en alguna foto se le aprecian las cicatrices de lucha con los raptores en la película”, aquilata Cuesta.

“Quiero que me entusiasme”
Ante su arrebato, se abre la cuestión de qué pesa más a la hora de valorar las películas, ¿el filtro científico o el placer del simple espectador? La segunda opción vence mayoritariamente. A pesar de que todos reconocen que a Parque Jurásico se le exige de un modo especial cierta fidelidad a los avances científicos. Adrián Páramo considera que esa elevación del listón tuvo lugar en la primera entrega, que “intentó mostrar de forma más fiel y realista las teorías sobre dinosaurios”, y sus compañeros apuntan a la publicidad de asesores científicos conocidos durante el marketing. La web viral de Jurassic World menciona a Brian Switek, periodista introducido en el mundo de la paleontología que está dando charlas de aperitivo antes del estreno. Vidal resume: “Por una parte, le quieren dar cierto rigor científico, y por otra, este no está actualizado”. Aunque reconocen aportaciones como “mostrar a los dinosaurios como criaturas activas y relacionadas con las aves”, que han resultado muy valiosas para acercar los avances científicos al gran público.  

Y aunque haya especies que se representen de forma distinta en cada episodio, o que no correspondan al último estudio publicado sobre sus fósiles, el principal temor de estos entusiastas es “que nos aburra como película, que nos defrauden los actores, que sea lenta y que no nos enganche el argumento. Para lo demás ya tenemos nuestros artículos de trabajo”, asegura Elena Cuesta, quizá agradecida a ese mundo jurásico de ficción que le marcó el temprano inicio de su carrera.

Ahora todos aseguran que irán al cine y luego charlarán sobre lo que han visto, pero sobre todo esperan que los niños vivan esta nueva historia con la misma intensidad que les llevó a ellos a la paleontología. “Nosotros nos vestíamos con una camisa vaquera, un pañuelo rojo y un sombrero, como Grant, ellos se van a poner la camisa azul y el chaleco marrón de Owen”, predice De Miguel.

Quién sabe, quizá algún día esos niños llenen estas páginas con sus sueños ya cumplidos.

¿Quién es quién?

Estos son los científicos convertidos por un día en críticos de cine:

1.- Adrián Páramo. Estudia diferencias entre titanosaurios.
2.- Francisco Ortega. Profesor de Biología Evolutiva en la UNED.
3.- Elena Cuesta. Sigue al Concavenator corcovatus.
4.- Alejandro Serrano. Investiga cráneos de cocodrilos del Cretácico.
5.- Daniel Vidal. Analiza anatomía y biomecánica.
6.- Carlos de Miguel. Experto en reptiles marinos del Triásico. 
7.- Verónica Díez. Estudia titanosaurios del Cretácico.
8.- Francisco Gascó. Estudia saurópodos jurásicos.

¿Quién será el maestro?

Francisco Gascó (izquierda) y Alejandro Serrano (derecha) se preguntan quién representará a la Paleontología en Jurassic World. “Antes, Grant iba soltando perlas que destilaban ciencia, pero ahora no hay un paleontólogo”, duda Gascó.

¿Rigor o entretenimiento?

Según Verónica Díez, Carlos de Miguel y Daniel Vidal (de izda. a dcha.), la web viral tiene descripciones de especies con fósiles incorrectos. Pero ellos solo le piden diversión a la película.

No me asustas

Francisco Ortega podría hablarle a este muñeco de nuestra redacción de que Indominus “es bastante normalito. Le podrían haber puesto las terribles uñas de un Therizinosaurus”.

Indominus rex tiene un primo en Cuenca

Los paleontólogos han encontrado en el prota de la película rasgos similares a los de un famoso dino español. Estamos encantados”, dice Elena Cuesta, especializada en el dinosaurio Concavenator corcovatus, «Pepito», encontrado en Cuenca. “Esos pelillos o protoplumas que aparecen en el brazo en la silueta de Indominus también los tenía Concavenator”, exclama, y explica que existe la hipótesis de que toda la familia de los carcadontosáuridos presentaba esa característica.
Otro de los miembros reales de esa familia es Giganotosaurus, y la web de la película lo nombra como una de las especies usadas para crear el terrible híbrido. “Queremos creer que no es una casualidad”, apunta Carlos de Miguel. “Esto procede de un bicho de Cuenca, y ahí nos enrocamos”, bromea Francisco Ortega.  

A cuerpo descubierto

“Los raptores que encara el protagonista, Owen, deberían llevar plumas. En las películas anteriores no se las pusieron”, detectan como error-ficción.

Matar solo por gusto

“La vena sanguinaria del nuevo monstruo no coincide con el comportamiento de ningún animal conocido.”

Para cogerte mejor…

“Sus garras enormes presentan un dedo de más y un pulgar oponible. No se corresponde con sus supuestos ancestros pero asusta más.”

… y después, comerte

“Con esos tremendos dientes, así, descolocados, como los de los cocodrilos, tan salvajes… Los dinos de verdad los tenían en fila.”

Las estrellas jurásicas, ¿pura coincidencia?

Los pterosaurios, esos bichos que vuelan en la película, tienen dividido a Carlos de Miguel: “Deberían estar recubiertos de pelillo y, sobre todo, tener alas ancladas a la parte inferior de las patas, no a la cadera”. Sin embargo, los tráilers reflejan una diferencia que existió de verdad entre machos y hembras: “las crestas de ellos son más grandes, algo que ocurría en muchos de estos animales cercanos a los dinosaurios ”.

Esa dualidad entre ciencia y ficción la comparte hacia el acuático mosasaurio: “Los dientes en el paladar, la forma bifurcada de la cola y el movimiento serpenteante, como de pez, son correctos, pero eran más alargados” . “Y mucho más pequeños”, apunta Verónica Díez, “como mucho, unos 15 metros”.

¿Dino humano?

Aunque no fueron oficiales, hace unos años se filtraron en la web imágenes de unas criaturas dino-humanoides con visos de entrar en la saga. No ocurrió, pero la idea refleja una antigua especulación sobre si los dinos habrían llegado a formas inteligentes de no haberse extinguido.

Pilar Gil Villar

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