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Al menos doce pueblos optan (por ahora) a albergar un Almacén Temporal Centralizado de residuos nucleares. Entre ellos, Zarra (Valencia), Melgar de Arriba (Valladolid), Torrubia de Soria (Soria), Villar de Cañas (Cuenca), Yebra (Guadajara) y Ascó (Tarragona). La gran disputa entre los vecinos viene a cuenta del impacto en la salud y del desconocimiento exacto del tipo de instalación que albergarán. Para aclararlo todo hemos recurrido a uno de los grandes especialistas de España en energía nuclear ,Enrique González, jefe de la División de Fisión Nuclear del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT).
¿Hay peligro para la población de los pueblos que acojan un Almacén Temporal Centralizado?
El que se va a instalar en España –ya sea en Villar de Cañas (Cuenca), Yebra (Guadajara), Ascó (Tarragona) o en Santervás de Campos (Valladolid)– será similar al que ya opera desde 2003 en Borssele, una localidad holandesa de unos 20.000 habitantes, que además cuenta con una central nuclear. Aún no hay datos epidemiológicos suficientes allí para determinar si hay o no incidencias sobre la salud de los vecinos.
Pero Enrique González nos cuenta que “en Suecia hay una instalación similar que funciona desde 1985, con una tecnología sólo un poquito distinta –un ATC húmedo en vez de un ATC en seco, que es el que se construirá aquí–. Allí sí que se han hecho una serie de estudios y no se han detectado ningún aumento de las enfermedades asociadas a la radicación”.
Por su parte, Félix Ynduráin, catedrático de Física de la Materia Condensada de la Universidad Autónoma de Madrid, y director del CIEMAT entre 1995 y 2002, ironiza cuando QUO le pregunta sobre el posible efecto sobre la salud de los vecinos, poniendo un ejemplo: «Hay más peligro sentándose en la Silla de Felipe II de El Escorial, que es de granito [el granito contiene algo de uranio], o en la Plaza Mayor de Madrid, que en los alrededores de un ATC».
Por cierto, ¿qué es exactamente un ATC?
Es una especie de “fortaleza” en la que se almacenarán durante 60 años los residuos del combustible que utilizan las centrales nucleares. Éstas, nada más usar el uranio lo meten en cofres de acero sumergidos en una piscina de agua que lo refrigera, ya que en ese momento emite mucho calor. Después de un tiempo es cuando se envían al ATC. Allí, los residuos nucleares se encierran en tres barreras: una primera cápsula de acero que se mete dentro de un contenedor de acero y que, a su vez, está confinado entre muros de hormigón de al menos 1,5 m de grosor que sirven de blindage contra desastres naturales, accidentes y posibles ataques. Esto evita que la radiación salga de la instlación.
El director del ATC (HABOG) de Holanda cuenta que este tipo de edificios soportan terremotos de grado 6 (escala Richter), inundaciones, explosiones de gas licuado, huracanes o incluso accidentes de aviones sobre su estructura.
¿Por qué es solamente temporal?
González cuenta a QUO que “el límite de 60 años es administrativo porque un ATC puede preservar al menos 100 años estos residuos sin ningún problema”. “Pero nuestro país se ha impuesto este límite”, continúa, “porque es cuando se supone que para entonces ya se habrá desarrollado la tecnología necesaria para tratar estos residuos de modo definitivo”. Las soluciones serán tres fundamentalmente: la reutilización del combustible, la trasmutación y el almacenaje geológico profundo.
El primero “consiste en recuperar el plutonio para reutilizarlo y, al final, tener que desechar una cantidad muy pequeña”. El segundo, la transmutación “lo que hace es reutilizar no solo el plutonio sino también los actínidos minoritarios que lo acompañan. Con esa solución dejamos los residuos en una centésima parte”. Eso es capaz de hacerlo un reactor rápido (o de cuarta generación)”, de los que ya hay prototipos pero ninguno industrial.
¿Cuándo estará lista la tecnología para reciclar esos residuos almacenados en los ATC?
Los científicos ya saben cómo hacerlo: “La ciencia básica ya la tenemos, porque ya hace 30 años que operan reactores como éstos (rápidos), pero queremos optimizar esa tecnología, que aproveche mejor los recursos naturales y deseche aún menos. Y tenemos tiempo mientras tengamos lugares seguros como los ATC y siga habiendo uranio disponible. Calculamos que dentro de 20 o 30 años dispondremos de varias soluciones completas para el problema de los desechos nucleares», pronostica Enrique González.
Félix Ynduráin comparte la previsión de su ex compañero y añade que «es más probable que se termine de desarrollar este tipo de reactores de cuarta generación, que la tecnología para la fusión».
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Redacción QUO