El Tribunal de Cuentas ha advertido de que no hay suficientes fondos para sufragar el coste por el desmantelamiento de las centrales nucleares en España, y que el acuerdo entre el Gobierno y las tres grandes empresas eléctricas, Naturgy, Endesa e Iberdrola sobre un cierre progresivo no conseguirá allanar el agujero que se producirá con el desmantelamiento. Pero, ¿qué hacemos con ellos?

Tirar todos nuestros residuos nucleares en un volcán parece una solución buena y organizada para deshacernos de los más o menos 26.000 toneladas de barras de combustible de uranio que se almacenan en todo el mundo. Pero hay una condición indispensable que debería cumplir un volcán para que pudiéramos dejar allí todos los residuos, explica Charlotte Rowe, una geofísica de volcanes en el Laboratorio Nacional de Los Álamos. Y esta condición es el calor. La lava no solo debería fundir las barras de combustible sino también neutralizar la radiactividad del uranio. «Por desgracia, asegura Rowe, «los volcanes no son lo suficientemente calientes».

La lava más caliente de un volcán puede llegar hasta los 1.316 ºC. En primer lugar, no es una temperatura suficiente para fundir el zirconium (punto de fusión de 1.855 ºC) donde se almacena el combustible, por no hablar del combustible mismo: el punto de fusión del óxido de uranio, el que se usa en la mayoría de plantas nucleares, es de 2.865 ºC. Se necesitan temperaturas con varias decenas de miles de grados más para deshacer el núcleo atómico del uranio y que su radiactividad sea nula, asegura Rowe. Lo que se precisa es una reacción termonuclear, como la de una bomba atómica, lo cual no es una gran idea para deshacerse de los residuos nucleares.

Dejando de lado los puntos de fusión, un volcán probablemente ni siquiera se tragaría el material. La lava líquida en un volcán tiende a emerger, de modo que las barras no se hundirían mucho, asegura Rowe. En vez de eso, los residuos se quedarían en la parte más alta de la lava solidificada del volcán, al menos hasta que la presión del magma emergente fuera tan potente que el domo se quebrara y el volcán entrara en erupción. Y ese sería el verdadero problema.

Una corriente de lava normal ya es bastante peligrosa, pero la lava que saliera de un volcán que se ha utilizado para almacenar residuos radiactivos sería extremadamente radiactiva. Al final se solidificaría, y las colinas de la montaña se convertirían en un páramo nuclear durante décadas. Y el peligro llegaría aún más allá. «Todo lo que hacen los volcanes es proyectar materia hacia el cielo«, dice Rowe. «En una gran erupción, la ceniza y el gas puede elevarse hasta 10 km y luego dar la vuelta al globo varias veces. Todos tendríamos un problema realmente serio».

Redacción QUO