La línea lateral es un órgano sensorial de muchos peces. Está formado por una serie de detectores de movimiento que les permiten percibir la presencia de otros seres o las variaciones del entorno por el que se mueven. Esos pequeños sensores, con una estructura básica similar a la de nuestros oídos, se sitúan en poros abiertos al exterior, colocados en línea en el costado del pez.
Para llegar hasta ahí, las células que lo forman tuvieron que pasar por un proceso, cuyos inicios acaban de descubrir en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) de Heidelberg (Alemania). En una colorida imagen, se aprecia cómo esas células tienen que ir afinándose por uno de sus extremos, para unirse en torno a otra célula que no cambia su forma, a la manera de una cabeza de ajo. Precisamente esta forma es la que les permite ir deslizándose hasta ocupar la posición adecuada en el cuerpo del pez.
El director del grupo de investigación que tomó la imagen, Darren Gilmour, ha explicado que “también descubrimos que este cambio en la forma de las células se pone en marcha gracias a una señal molecular que provoca justo el efecto contrario en otras situaciones. Si se activa en un pollo en desarrollo, por ejemplo, ofrece una imagen totalmente diferente”.
Pilar Gil Villar
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