Si nuestro sistema inmune incluye bacterias dispuestas a repeler patógenos intrusos, las plantas cuentan con un mecanismo de defensa similar: comunidades de microbios alojados en el suelo que las rodea. Hasta ahora se habían detectado uno o dos tipos de bacteria ayudando a sobrevivir a plantas asediadas por la infección. Pero una investigación dirigida por Gary Andersen, del Laboratorio Berkeley (EEUU) ha identificado hasta 17 organismos diferentes cooperando para salvar una plantación de remolachas, cuyas raíces habían sido atacadas por el hongo R. solani.
Según han descubierto, en esa red defensiva participan especies ya conocidas por su habilidad para matar hongos, pero también otros microorganismos que no podrían atacarlos por sí solos, pero cuyas características fortalecen la ofensiva contra el enemigo. Eso sí, ninguno de ellos está ahí por altruismo. El verdadero motivo de su intervención es que obtienen su energía del carbono que las plantas liberan al suelo. Este «premio» supone aproximadamente una quinta parte de la cantidad de carbono que la planta captura del entorno a través de la fotosíntesis. Se establece así una relación simbiótica de defensa a cambio de alimento (o viceversa).
Para detectar las distintas especies implicadas en este proceso de protección, se analizaron muestras de suelo con un chip de ADN del tamaño de una tarjeta de crédito. El Phylochip, también desarrollado en el Laboratorio Berkeley, compara el ADN presente en las muestras con su propio registro de más de un millón de ADNs de referencia. De esta forma puede identificar hasta 59.000 especies diferentes.
A partir de ahora, los investigadores tendrán que profundizar en los mecanismos que regulan la interacción entre los distintos miembros de la comunidad. Sus conclusiones servirán para mejorar las técnicas de protección de cultivos.
Pilar Gil Villar
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