El bebé chimpancé Kabi fue encontrado por unos guardias forestales en un campamento de cazadores furtivos y, gracias al rescate de un equipo del Centro de Rehabilitación de Tchimpounga, tuvo una segunda oportunidad. Ocurrió durante una patrulla de rutina en Likouala, una zona fronteriza en el norte de la República del Congo. Su madre no corrió la misma suerte y murió en el ataque.
Ahora el pequeño crece fuerte y saludable, según informan desde el Instituto Jane Goodall: “Cada día se integra mejor con sus nuevos amigos Vienna y George, con los que forma un trío inseparable. Durante los primeros meses era bastante independiente y a menudo prefería jugar solo. Pero George, algo mayor que él, le ha animado con paciencia a compartir juegos y tiempo. Por su parte Vienna también le va incitando a explorar los alrededores juntos”.
Los responsables del centro aseguran que George y Vienna caminan con Kabi sin separarse nunca y manteniendo siempre el contacto visual con él. Vienna lleva a Kabi de la mano y Kabi hace lo propio con George. Nunca se alejan demasiado, ya que todavía no se sienten completamente seguros, aunque los tres cuentan con la vigilancia cercana de los cuidadores.
Una de las actividades que más le divierten son los paseos al pequeño bosque que hay en las proximidades con una charca en el medio donde los chimpancés se entretienen jugando con el agua y el barro. “Crece feliz en el santuario junto a sus nuevos amigos y, poco a poco, va ganando fuerzas, seguridad y tiene una familia que se preocupa por él”.
Un tiempo en cuarentena
El espectáculo que encontraron los guardias fue espeluznante. Entre las pieles y los animales asesinados, Kabi temblaba atado y aterrorizado. La huida inmediata de los cazadores facilitó el rescate. Una vez en Ichimpounga, su directora, la veterinaria española Rebeca Atencia, comprobó que no tenía heridas visibles y le dio un tratamiento contra los parásitos intestinales. Permaneció durante un tiempo en cuarentena con un par de cuidadoras turnándose para atenderle las 24 horas.
Las crías de chimpancés con experiencias tan traumáticas tardan en volver a confiar en los humanos, por lo que el proceso de rehabilitación lleva tiempo y mucho trabajo. Como él, más de 150 chimpancés dependen de este centro, muchos de ellos de por vida.