30.000 elefantes africanos mueren cada año para que las vitrinas, manos y escotes del mundo luzcan delicados adornos y joyas tallados de sus colmillos. A pesar de las llamadas de atención sobre la amenaza que esto supone para la especie, y de que las leyes internacionales prohíben la venta ilegal, la tendencia ha ido en aumento en los últimos años, fomentada en gran parte por la demanda desde los mercados asiáticos, sobre todo el de China.
Para frenar la escalada, dos grandes organizaciones conservacionistas han lanzado una campaña que acusa directamente a los tres países con mayor implicación en el tráfico ilegal: Tailandia, Nigeria y la República Democrática del Congo. WWF y TRAFFIC aprovechan para pedirles responsabilidades y acciones concretas precisamente cuando los 177 estados comprometidos en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) están a punto de reunirse en una de esas naciones, Tailandia.
El encuentro tendrá lugar en Bangkok del 3 al 14 de marzo y WWF ya ha reunido casi medio millón de firmas en su campaña para pedir a la primera ministra tailandesa, Shinawatra Yingluck, la prohibición tajante del comercio en su país.
La razón para tal exigencia es que Tailandia aprovecha que se permite la venta procedente de los animales del país para “colar” ingentes cantidades de marfil africano obtenido por cazadores furtivos en terribles matanzas. En esa fase inicial del proceso participan las otras dos naciones acusadas por las organizaciones, la RD del Congo como emisor, que también abastece a países de la zona, como Uganda, Kenia o Tanzania, y Nigeria como gran almacén y punto de salida hacia Asia. La mayoría de la mercancía va a parar a las maletas de los millones de turistas que visitan esos países.
Entre sus souvenirs se encuentran también a menudo objetos fabricados con el marfil de otras víctimas, los rinocerontes, también codiciados por los furtivos. Sólo en Sudáfrica, el año pasado terminaron con 668 ejemplares. Los cuernos procedentes de allí y de Mozambique se dirigen en este caso sobre todo a Vietnam.
A pesar de algunos tímidos pasos para paliar el comercio ilegal, como el endurecimiento de penas contra los traficantes en Camerún y el anuncio de Gabón de que va a quemar grandes cantidades de marfil confiscado, los conservacionistas exigen más medidas a nivel internacional. Entre las más urgentes, que se establezca un mecanismo para el seguimiento de las existencias mundiales de marfil, mayor colaboración entre la policía de distintos países y que se registre obligatoriamente cualquier mercancía decomisada.
Según la nota de prensa de WWF, David Broad, director ejecutivo de TRAFFIC, manifiesta que «actualmente se está perdiendo información vital de los decomisos de marfil a gran escala. ¿Quién está detrás de cada envío? ¿Cómo accedió al medio de transporte? ¿quién se beneficia a su llegada?… No se está siguiendo la cadena ni intercambiando información. No es de extrañar que haya una escalada en el tráfico de marfil «.
Pilar Gil Villar
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