Una salamandra va caminando y, de repente, da un salto que la eleva hasta unas ocho veces su altura, así. Resultaría lógico pensar que genera tal impulso empujando el suelo con sus patas. Sin embargo, la Desmognathus ochrophaeus brinca sin seguir esa lógica, lo cual dejó perplejo a Anthony Hessel, primero, y después a los colegas que le escucharon explicar su descubrimiento en un simposium de la Sociedad de Biología Integrada y Comparativa:
Hessel, estudiante de postgrado de la Universidad del Norte de Arizona (EE UU), ha estudiado la proeza de este anfibio y la ha detectado también en otras cuatro especies de la familia de las Plethodontidae, o salamandras sin pulmones, y asegura que “esta forma de salto es única en el mundo”.
De momento, ha averiguado que estas criaturas generan la fuerza a partir de un giro de cadera, que transmiten la energía al torso y que este es el que las impulsa hacia arriba al trasladar esa energía al suelo, pero aún debe determinar con mayor detalle qué músculos, tejidos y huesos intervienen en el proceso y cómo lo configuran para lograr tan alto grado de eficiencia.
Teniendo en cuenta que el amplio repertorio de movimientos del mundo animal constituye uno de los grandes campos de inspiración en el diseño de todo tipo de máquinas, Hessel sospecha que un buen número de ingenieros asumirán el reto de investigar esta nueva forma de elevar cuerpos en el espacio.
Pilar Gil Villar
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