La revista Science publica esta semana en la que justo se celebra el Open de Tenis de Australia una interesante investigación en la que relaciona los mejores saques de Nadal, Ferrer, Federer y otros en ese torneo con las decisiones de supervivencia de un animal. La investigadora Rebecca Wheatley, colaboradora del Permormance Laboratory (Laboratorio de la Conducta) de la Universidad de Queensland (Australia), adelantó algunos detalles en la web del centro; la investigación definitiva está firmada con su profesor Robbie Wilson y con el también investigador Chris Brown.

Wilson y Wheatley han analizado unos 13.000 saques del Open de 2013 para analizar cómo se equilibra la potencia que se emplea en el primer intento –cuanto más fuerte, más posibilidades de que el contrario no la devuelva– con el riesgo de que un exceso de fuerza les haga lanzar la pelota demasiado lejos, y perder así la primera oportunidad. Es algo parecido a lo que en estadística se llama el riesgo-oportunidad y sus beneficios posibles.

Traducido a términos animales, Wheathey pone este ejemplo: «Cuanto más corre una ardilla y salta por las ramas, menos riesgo tiene de ser atrapada por sus depredadores… pero mayores son las posibilidades de que tropiece y caiga en sus garras. Así que tiene que valorar en cada momento su velocidad, dependiendo de la anchura de la rama, del coste de caerse» y de otros elementos a tener en cuenta para transportarse del modo más eficaz posible.

El equipo de la Universidad de Queensland ha desarrollado un modelo matemático que es capaz de predecir cuál es la fuerza del saque que debe emplear cada jugador para asegurarse de que obtendrá el mayor beneficio: poner en los máximos apuros a su oponente, sin fallar y teniendo en cuenta cómo es de necesario ganar ese punto, dependiendo del momento del partido en el que se encuentren.

Los investigadores creen poder calcular qué acción es mejor para cada momento del partido

Su conclusión principal es que «la probabilidad de ganar un punto es mayor cuanto más se aproxima el saque a su máxima potencia, pero la probabilidad de fallarlo crece en la misma medida». Aunque hay algunos jugadores en los que una mayor velocidad del servicio no implica fallar más, según las estadísticas extraídas del torneo australiano de 2013.

Con todas estas observaciones en la mano, «hemos desarrollado una ecuación en la que introducimos todos los riesgos posibles y las recompensas que podrían obtenerse para cualquier individuo [animal o persona] en cualquier situación», cuenta Wheathey. De este modo, los investigadores quieren saber más de «cómo los animales optimizan sus acciones para ajustarlas a cada situación y obtener el mayor rendimiento». Y no se refiere solo a su comportamiento sino a las variaciones morfológicas que sufren, los repartos de energía corporal o las variaciones de poblaciones que se dan.

Precisamente, el tenista Rafael Nadal tuvo que volver a aprender a sacar en 2010 después de que los estudios de sus entrenadores detectaran que su estilo de saque no era muy eficiente. Es decir, obtenía pocos beneficios porque no optimizaba bien sus recursos anatómicos y físicos.

Un entrenador demandó a Nadal por ‘apropiarse’ de sus consejos para mejorar

El manacorí varió el modo en que agarra la raqueta: ahora la coge más atrás y más de frente. La muñeca también está ahora más plana con respecto a la raqueta; también su cuerpo está mirando más hacia el frente y menos de lado con respecto a la pista. Por último, coloca los pies más separados y salta menos al levantar el «arma».

Paradójicamente, esta mejora de sus resultados pudo tener su coste para Nadal: el entrenador de tenis Óscar Borrás demandó al jugador por no reconocer públicamente que esos grandes avances en la mecánica de saque habían sido el resultado de una sesión de entrenamiento en la que el preparador había dirigido a Nadal en octubre de 2009. Según Borrás, los lanzamientos de Nadal pasaron de salir a unos 175 km/h a alcanzar los 200 km/h.

Redacción QUO