En 2002, sucedió algo que cambió para siempre la vida de las aves carroñeras en nuestro país. La llamada epidemia de las vacas locas provocó un cambio en la legislación que obligaba a los ganaderos a almacenar las reses muertas (para que posteriormente fueran transportadas a hornos donde serían incineradas) en lugar de dejarlas abandonadas en el campo para que los buitres dieran cuenta de ellas, como habían hecho hasta entonces.
Y una de las consecuencias de aquello fue que, según un estudio que ha realizado el departamento de Biología Aplicada de la UMH, se ha producido un aumento sin precedentes en las emisiones de gases de efecto invernadero en España. En total, se calcula que el tráfico de los camiones dedicados a transportar las reses muertas ha provocado que el CO2 emitido a la atmósfera aumente en 77.344 toneladas. Y eso sin contar el producido por la incineración de los cadáveres.
Paralelamente, esta situación está afectando a las aves carroñeras, que tienen ahora menos facilidad para encontrar su sustento diairo. Y no hay que olvidar que España se ha convertido en el refugio del 95% de los buitres europeos. Y la prueba de ellos es que las áreas remotas y montañosas como los Pirineos y la zona más occidental de España son las que mostraron mayores niveles de emisiones por el alto número de reses transportadas, pero también por estar a mayor distancia de las plantas especializadas. Y hasta 2002, esas mismas áreas eran las mejor conservadas de Europa debido a la alta densidad de buitres.
Redacción QUO
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