Los fósiles constataron, hace años, la existencia de dos jiráfidos que vivieron sobre la península ibérica: la especie Decennatherium pachecoi y el género Birgerbohlinia. Un equipo de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) no solo ha logrado situarlos en el árbol familiar, sino emparentarlos con las jirafas que actualmente viven en el continente africano.
Europa fue pareciéndose más al continente que conocemos durante el Mioceno. Los Alpes y los Pirineos terminaban de formarse, aún no se había separado el estrecho de Gibraltar y el Guadalquivir tenía un aspecto más parecido a un golfo que un río. Durante este tiempo, los antepasados de las jirafas todavía no tenían el cuello tan alargado, sino un aspecto más similar al de un caballo.
“Hasta ahora se consideraba que las dos especies de jiráfidos ibéricos del Mioceno estaban directamente emparentadas, pero los resultados de este trabajo descartan la hipótesis”, explica Israel M. Sánchez, paleontólogo colaborador del MNCN. Por un lado, Decennatherium perteneció al grupo de los samoterinos, unas jirafas gigantes que poseían cuatro osiconos (los ‘cuernos’ que tienen sobre la cabeza) en lugar de los dos actuales.
Lo relevante de este hallazgo es que esta especie, cuya distribución se había limitado hasta ahora a países asiáticos como Irán, ahora también se asocia con la cuenca mediterránea, lo que cierra el rompecabezas de las jirafas africanas. “Hemos comprobado que el rango biogeográfico de los samoterinos no se limitaba a Asia y parte de la región mediterráena sino que se extendía hasta a la península ibérica”, explica Marta Ríos, investigadora del MNCN.
Por otro lado, Birgerbohlinia perteneció a los sivaterinos, otro grupo de jiráfidos gigantescos que se extendían desde África hasta la India.
El análisis de parentesco, parte del trabajo, abarca un total de 30 especies. Allí han incluido representantes actuales (Giraffa camelopardis, Okapia johnstoni), así como fósiles de las colecciones del MNCN, el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) y el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.
“Con este trabajo, además de resolver la problemática que había en torno a la relación entre Decennatherium pachecoi y Birgerbohlinia schaubi, hemos aclarado la situación de algunos fósiles que se encontraron durante la década de los 80 en Oriente Medio y Europa del Este y que, erróneamente, se habían asignado al género Decennatherium”, añade Ríos.
Redacción QUO
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