En la década de 1960 una enorme grieta comenzó a abrirse en el suelo de la región de Yakutsk, en Siberia. La tala de los árboles de la zona provocó que el sol derritiera el permafrost y que el suelo comenzara a hundirse.
Actualmente, dicha grieta tiene ya una longitud de un kilómetro y una profundidad de cien metros. Por ese motivo, los lugareños la han bautizado como La Puerta del Inframundo.
Pero una reciente investigación de la Universidad de Sussex, en Gran Bretaña, revela que la grieta está creciendo a una velocidad de vértigo. Cada año se hace diez metros más profundo y, si el tiempo es especialmente caluroso, puede llegar a los treinta.
Desde luego es una mala noticia, ya que si el permafrost se descongela puede liberar una gran cantidad de gases de efecto invernadero. Según estimaciones de los autores del estudio, puede haber almacenada una cantidad de gas equivalente a la que actualmente hay en la atmósfera.
Lo único positivo es que la grieta ha puesto al descubierto interesantes sedimentos e, incluso, restos de animales prehistóricos, lo que permite a los científicos estudiar como era el medioambiente siberiano en aquellos tiempos
Vicente Fernández López
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