Que de buenas a primeras un organismo que no parecía reproducirse sexualmente, ahora lo haga, supone todo un descubrimiento. Y más aún haber dado con el elixir que hace que estas especies marinas se pongan a tono para acabar teniendo sexo: en este caso el amonio. La mircrobióloga y co-autora del estudio, de la Universidad del Estado de Oregón (EE.UU.), Kimberly Halsey se muestra muy contenta por el hallazgo: “Estos resultados resuelven 2 misterios que llevaban rondado a esta especie durante años. Así que sí, podemos asegurar que tienen sexo, y sí sabemos cómo podemos hacer que lo tengan”.
Aunque este organismo pueda ser poco conocido para muchos, existen más de 200 géneros en el mundo y 20.000 especies vivas, y son abundantes allá donde haya agua. Tienen un gran potencial como fuente de bioenergía y biodetección y, por otro lado, su complejo sistema morfológico, con paredes celulares de sílice, posibilita la creación de prometedoras aplicaciones de nanotecnología para materiales químicos y para la investigación sobre farmacología. Halsey apunta que si las diatomeas ya eran buenas antes, ahora se abre un abanico de posibilidades: “Son asombrosas. Ahora que podemos controlar su vida sexual, nos abre una puerta a la posibilidad de hacer cruces entre diferentes tipos, con diferentes características. Será como quien hace crecer maíz o arroz, pero detectando aquellos rasgos que nos resulten más deseables”. Una reproducción selectiva que puede ayudar mucho al futuro de la ciencia.
El equipo basó sus estudios en una de las 2 especies céntricas que existen, la Thalassiosira Pseudonana, en la que los gametos machos son pequeños y tienen un flagelo mientras que los gametos hembra son grandes e inmóviles. «Si quieres ponerles forma, son como un plato de sopa”, apunta Halsey. “Todo el mundo decía que este tipo de diatomeas eran asexuales, pero era porque no habían visto otra cosa. El pensamiento general era que habían perdido la capacidad o la necesidad de tener sexo”. De hecho, hay otros científicos que aseguraban que la T. Pseudonana llegó a retener unos genes específicos para la meiosis (un tipo de replicación genética específica para la reproducción sexual), pero que finalmente no hizo uso de los mismos.
El estudiante de postgrado Eric Moore, autor principal del estudio junto a Hasley, apunta que él mismo se sorprendió del hallazgo: “Comenzamos a ver que estos organismos unicelulares podían diferenciarse en células masculinas y femeninas, cambiando completamente sus morfologías”. De hecho, fue la reacción hacia el amonio lo que dio el empuje final en la investigación: “Es un compuesto común producto de los desechos metabólicos de los animales. Cuando vimos cómo reaccionaban a través del microscopio, vimos que las dos cepas deT. Pseudonana y otras dos diatomeas céntricas cambiaban sus estructuras morfológicas, creando huevos y esperma. Estaban preparadas para tener sexo, mientras que la luz, el fósforo o el sílice, funcionaban como fuente para que eso sucediera”, destaca Moore.
Fuente: EurekAlert
Alberto Pascual García
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