A principios de la década de 1960, los revolucionarios estudios de Jane Goodall sobre los chimpancés en libertad trastocaron las ideas de la comunidad científica sobre los animales –y también sobre las mujeres–. El nuevo documental de Brett Morgen, Jane –recién estrenado en Estados Unidos–, aporta novedades a la enciclopedia de datos sobre Goodall. Algo que conseguirá porque echa mano de más de 100 horas de grabaciones no divulgadas hasta ahora, tomadas en los primeros años de la década de 1960 en el Parque Nacional del Río Gombe, en Tanzania. Cuando la primatóloga llegó allí el 14 de julio del 60 era una reserva para chimpancés bajo protectorado británico. Como las autoridades de su país no le permitieron trabajar allí sola, inició sus investigaciones acompañada por su madre.
En esta entrevista Jane Goodall nos habla de su objetivo en la vida, su talante de superviviente, el miedo, las experiencias que la han marcado y los consejos que puede dar a los jóvenes que desean seguir sus huellas.
P. Usted ha sido científica toda la vida. ¿Cómo se siente al tener ahora en la Casa Blanca a alguien que no cree en la ciencia ni el cambio climático?
R. Creo que en ese aspecto hemos avanzado un poquito. Trump ya no niega el cambio climático. Lo que pasa es que no cree que los humanos tengamos nada que ver con él. Es un paso pequeño, pero un paso en la dirección adecuada. Y a mí me gustaría mantener una actitud positiva todo el tiempo que pueda.
P. Si tuviera que describir su misión, ¿cuál sería?
R. Queremos mejorar la vida de los animales. Ese ha sido y sigue siendo mi objetivo vital. Nos preocupamos por el entorno en el que viven y, en primera línea y sobre todo, por los chimpancés.
«Estoy acelerando el ritmo porque me quedo sin tiempo. Y quiero dar un buen uso a mis últimos años»
P: ¿Hay algún detalle de ese viaje suyo del que no se haya hablado nunca hasta hoy?
R. Se aborda en esta película. Tiene que ver con mi divorcio de Hugo y con las razones que lo provocaron. Eso nunca se había mostrado antes. Y también con la infancia de mi hijo y con cómo tuvo que ir al colegio en Inglaterra. Para mí ha sido un viaje muy conmovedor. Me sienta bien rememorar el pasado.
P. ¿Qué dice este documental y qué espera de él?
R. No dice mucho, lo muestra. Yo espero que sea verdaderamente un documental.Habla de chimpancés que viven en la selva. El mundo era distinto y en aquella época no amenazaba su entorno. Espero que la gente lo vea y, al salir, diga: así es cómo deberían ser las cosas, así es cómo deberían ser. Quiero contribuir a devolverlas de nuevo a aquel estado.
P. ¿Nunca le hacen daño los animales?
R. Los chimpancés me han derribado, me han arrastrado y me han empujado. Enfermé de malaria varias veces, puede que unas 30 o así. Pero soy una superviviente y tengo una naturaleza fuerte. Y tengo un mensaje que dar al mundo. Así que debo seguir adelante. No puedo rendirme.
P. ¿Alguna vez ha tenido miedo?
R. Claro, cuando a los chimpancés se les pasa su miedo se vuelven más agresivos y me ven como a un depredador. Estar rodeada de ocho chimpancés, que son diez veces más fuertes que tú, mientras agitan ramas y te arrojan piedras puede amedrentar bastante.
«Soy una superviviente y tengo una naturaleza fuerte. Y también un mensaje que dar al mundo. Así que no puedo rendirme»
P. ¿Y qué hacía para mantenerse a salvo?
R. Fingir que no me importaba. Probablemente lo mejor que se puede hacer cuando un mono agresivo carga contra ti es dar la impresión de estar aburrida. Yo hacía como que comía hojas y excavaba agujeros en el suelo.
P. Nació en Inglaterra y aún sigue viajando sin parar por todo el mundo. ¿Qué lugar considera su hogar?
R. Inglaterra. La casa en la que me crie. Mi hermana todavía vive en ella y sigue encendiendo el fuego en la chimenea. Es a donde regreso una y otra vez entre un viaje agotador y el siguiente. Aunque sea solo para cuatro días. Tengo donde lavar la ropa, siempre hay un perro al que puedo sacar a pasear. Y todos los libros de mi niñez continúan allí. Así pues, en esa casa es donde se encuentran las raíces de mi infancia.
P. Está claro que es una gran amante de los animales. ¿Se pone a veces más de parte de ellos que de los humanos?
R. Bueno, algunos chimpancés me gustan mucho más que ciertos humanos. Pero también hay humanos que me gustan mucho más que ciertos chimpancés. O sea, que siempre depende, la verdad.
P: ¿Ha conocido a alguna persona cuya vida cree usted que pueda haber ayudado a cambiar?
R. Le podría dar cientos de ejemplos. Una historia muy emotiva es la de un estudiante de instituto en Corea del Sur. Se acercó a mí, estaba sudando. Me traía un regalo y me expresó su cariño. Me conmovió de verdad. Otro ejemplo es de Malasia. Estaban presentes seis sultanes y sus esposas. La del sultán principal se me acercó y me dijo: “quiero darle las gracias, voy a cambiar varias cosas en mi vida”. Esas son las anécdotas que de verdad me llegan.
«Me ha decepcionado un poco lo violentos y agresivos que pueden ser los chimpancés. Por desgracia, eso les hace más parecidos a nosotros».
P. Si pudiera volver a ser la joven Jane Goodall, ¿qué consejo le daría?
R. Le diría lo que me dijo a mí mi madre: “lánzate, hazlo, y no te rindas”. Es la única manera de llevar a cabo lo que queremos hacer. Supone un viaje largo y muy difícil. Pero también es un viaje muy gratificante. A mí me salió bien.
P. ¿Cuál sería su mejor recomendación para alguien joven que quiera perseguir hoy sus sueños, como usted lo hizo?
R. Si eso es lo que quieres de verdad, aprovecha la oportunidad y a por ello. Debes saber que tendrás que trabajar mucho y sufrir muchas decepciones. Pero tienes que recobrarte y seguir adelante.
P. Cuando ve el documental y observa las diferentes etapas por las que ha ido pasando en su vida, ¿ve siempre a la misma persona o ve a alguien que ha cambiado muchísimo?
R. Por dentro creo que no he cambiado en absoluto. Pero el factor público al que ha estado sometida mi vida hace que parezca que hay dos Janes. Me encuentro con completos extraños convencidos de que me conocen por los libros, las películas o las historias. En casi todos los aeropuertos se me acerca gente. Pero solo han visto cierta imagen de mí, ese icono fabricado. Después estoy yo. La única forma en que puedo asumir este hecho tan extraño es seguir pensando en mi mensaje. Y yo quería sacar provecho de que la gente me conociera.
P. He leído en algún sitio que su pasión por los chimpancés empezó a una edad muy temprana, cuando le dieron un muñeco de peluche que podía identificarse con un chimpancé, ¿es cierto eso?
R. No, no es verdad. Yo llegué a África y hasta entonces nadie había estudiado los chimpancés. Creo que era algo que tenía que pasar. Se me presentaron ciertas oportunidades y opciones y creo que acerté con las decisiones que fui tomando.
P. ¿De qué se siente más orgullosa?
R. Probablemente mi mayor logro es haber conseguido que la gente llegue a comprender lo complejos que son los animales. Estoy muy orgullosa de eso. Y también que se haya entendido lo mal que los hemos tratado.
P. ¿Aún queda algo que le gustaría descubrir acerca de los chimpancés?
R. No, me ha decepcionado un poco lo violentos y agresivos que pueden llegar a ser. Por desgracia, eso les hace aún más parecidos a nosotros, ¿no?
P. ¿A qué cree que se debe esa agresividad?
R. Es una cuestión complicada. Los chimpancés son animales territoriales y protegen sus recursos para las hembras y las crías. Otra vez, de forma muy parecida a lo que hacemos los humanos.
P. ¿Todavía le gusta dormir al aire libre?
R. Apenas tengo ocasión. Estoy de viaje 300 días al año. Y además me estoy haciendo mayor. Cada vez encuentro menos oportunidades. Tengo 83 años, soy muy consciente de que me voy acercando a mi fin. Y siento que todavía me queda tanto por hacer…
P. ¿Cree que está usted bajando el ritmo?
R. Eso es lo que me preguntan siempre. Y contesto: No, lo estoy acelerando. Tengo que hacerlo porque me estoy quedando sin tiempo. Quiero dar un buen uso a mis últimos años.
P. ¿De dónde saca la energía?
R. De conocer a gente joven, a todas esas personas extraordinarias que están haciendo cosas increíbles. Eso me motiva y me inspira. Y estoy segura de que me mantiene joven de corazón. Ahí fuera hay un montón de cosas positivas. Hay que divulgar los aspectos malos de lo que está ocurriendo, pero también es más que necesario contar las iniciativas maravillosas que se están llevando a cabo en todo el mundo. Si la gente pierde la esperanza, ya podemos darnos por vencidos.
P. Estoy segura de que ha oído hablar de los chimpancés de Liberia que utilizaron para investigación biomédica antes de dejarlos en una remota isla fluvial. ¿Qué siente cuando escucha ese tipo de historias?
R. Ah, a esos chimpancés los abandonaron. Dieron dinero [para que los cuidaran], pero ni mucho menos lo suficiente. Ahora deben seguir ocupándose de ellos.
Redacción QUO
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