Nunca antes se había contemplado el cerebro de los insectos con tanta precisión. Gracias a estas imágenes, sabemos que sus conexiones neuronales les permiten volar, aprender más deprisa que un bebé y hasta contar números.
La clave de una mente mínima
El secreto del cerebro de los insectos no es su tamaño, sino la complejidad de las conexiones entre las neuronas. Y debido a que todos funcionan de un modo similar, comparar la actividad de ciertos circuitos con determinados comportamientos permitiría localizar los circuitos en el cerebro humano, mucho más complejo. Te presentamos una selección de las mejores fotos de cerebros de insectos.
Un experimento realizado por el doctor Swidbert Otto, de la Universidad de Cambridge, ha demostrado cómo cambia el cerebro de las langostas cuando estas, por escasez de comida, pasan de ser solitarias a vivir en grupo. Otto mantuvo, durante tres generaciones, a unos 100 de estos insectos apartados unos de otros. Luego, comparó el tamaño del cerebro de langostas solitarias y gregarias. El de estas últimas era un 30% más grande.
La unión hace la inteligencia
Los científicos comprobaron también en hormigas que, cuanto mayor es el grupo, mayor es el tamaño de su cerebro. Lo descubrieron al comparar colonias de hormigas Cataglyphis formadas por solamente cien individuos y otras integradas por varios miles.
Según el profesor Lars Chittka, de la Universidad Queen Mary de Londres: “Las abejas son increíblemente inteligentes. Hasta son capaces de aprender números”. Para los científicos, las ventajas de estos cerebros es que son capaces de controlar todos sus comportamientos, y aun así, son lo suficientemente pequeños y simples como para poder estudiarlos.
Más complejo que un microchip
Pese a tener el tamaño de una cabeza de alfiler, el cerebro de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) es “la micromáquina más avanzada que conocemos”, según David Adler, del Instituto Médico Howard Hughes. Allí es donde buscan hacer un mapa en tres dimensiones del cerebro de este insecto.