Son raros estos insectos. Las más de 3.000 especies identificadas de la familia Membracidae viven en las copas arbóreas, sobre todo tropicales, y se alimentan de su savia. Sus variados y diminutos cuerpos, que no superan el centímetro, tienen una característica común: la primera parte de su tórax, el pronoto, se extiende en el espacio con las formas más caprichosas. La extendida idea de que ese “manierismo” les sirve para defenderse de los depredadores ha tomado fuerza con la investigación de Stuart MacKamay, del Museo Nacional de Historia Natural de Washington (EEUU). Al observarlos con microescáner y resonancia magnética, ha comprobado que el pronoto, muy frágil, está vacío. Así, en el ataque de un depredador, puede romperse sin poner en peligro la vida de su dueño.

No es la boca

Esa tenaza en las extremidades de muchos membrácidos los sujeta a las hojas de los árboles. Los pelillos de la pata tienen una función táctil.

Camuflaje antienemigos

El glamuroso disfraz de avispa del Heteronotus maculatus inspira respeto y esconde el hueco interior de su tórax, que se pone de manifiesto con el microescáner (en el círculo).

Tórax hélice

El primer segmento del tórax alcanza la maestría artística en el Bocydium globulare, de 4 mm, visto al microscopio electrónico y con color retocado.

Desigualdad de género

En esta extraña pareja, ella es la de la izquierda y él, el de la derecha. El aspecto de los dos sexos de Cladonota benitezi es tan distinto que nos resulta difícil identificarlos como una sola especie. Seguramente ellos sí sabrán localizarse a primera vista mientras recorren las copas de los árboles que les sirven de hábitat. Además de más feo (a nuestros ojos), el macho es mucho más pequeño.

Adulto cuatro ojos

Al microscopio se ven en azul los dos ocelos centrales, que captan la intensidad de la luz, y los dos ojos compuestos.