Entre los innumerables proyectos para abrir nuevas vías energéticas, hemos elegido una “hoja artificial” que reproduce la fotosíntesis para generar hidrógeno para pilas de combustible, una batería formada por virus modificados genéticamente que producen electricidad al tocarlos, un caracol que hace lo mismo porque su sangre alimenta una pila de combustible implantada y un satélite para capturar la energía solar directamente en el espacio.
Igual que las plantas, el prototipo de Daniel Nocera, del MIT (EEUU), puede fabricar energía a partir de la luz solar. Se trata de una célula solar fabricada en silicona que contiene materiales catalíticos. Si se sumerge en agua, la luz solar incita a éstos a producir burbujas de oxígeno y de hidrógeno que pueden ser recolectadas por separado. Si se las hace pasar por una célula de combustible, puede generarse energía eléctrica.
En el Laboratorio Lawrence Berkeley (EEUU) han conseguido utilizar virus inocuos para iluminar una pantalla similar a la de uan calculadora. Esos virus están en contacto con un electrodo y han sido modificados genéticamente para convertir la energía mecánica en energía eléctrica. Basta con tocarlos ligeramente para que pongan en marcha una corriente que hace funcionar la pantalla.
Los caracoles no tienen exactamente sangre, sino una sustancia similar, pero de color azul, llamada hemolinfa. El equipo de es de Evgeny Katz (Universidad de Clarkson) ha aprovechado que contiene moléculas ricas en electrones para capturarlas a través de un electrodo y producir electricidad. Una vez perfeccionado, el sistema puede utilizarse para alimentar dispositivos como marcapasos o pequeñas prótesis.
El concepto de John Mankins recibió una beca de la NASA para propuestas de futuro. Su idea consiste en lanzar al espacio un satélite con decenas de miles de finos espejos móviles que dirijan la luz solar a células fotovoltaicas. La energía podría ser transmitida por radiofrecuencia a la Tierra o a misiones espaciales.