Las cosechas rinden menos y se ven atacadas por nuevas plagas y enfermedades. Las uvas alcanzan su punto de azúcar antes de desplegar todo su aroma y se pasan apenas vendimiadas. Estas son algunas de las credenciales con las que el cambio climático se ha presentado ya a viticultores y bodegueros, con una clara amenaza a la calidad de sus productos.
Las primeras en tomar medidas han sido las empresas agrupadas en la Federación Española del Vino, promotora también de la campaña de consumo responsable Quien sabe beber, sabe vivir. En paralelo a los cambios que cada uno realiza en su casa, han puesto en marcha la iniciativa internacional WCP (Wineries for Climate Protection), con la que pretenden crear un protocolo para medir y dar fiabilidad a sus actuaciones para prevenir y paliar los efectos del cambio climático.
De momento, han elaborado un decálogo que propone reducir la huella de carbono por botella en un 20% respecto a 2008 hasta el 2020. Además, se irán evaluando los avances de cada bodega en diversos aspectos, como la construcción sostenible, la eficiencia energética y el recurso a energías alternativas, la reducción y reutilización de residuos y de agua, una agricultura sostenible y respetuosa con la biodiversidad, la optimización del transporte y la distribución, las campañas de educación sostenible y el ecodiseño. En este ámbito, varias bodegas han reducido ya el peso de sus botellas.
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