Un loro capaz de desarrollar la inteligencia de un niño de cinco años, una cacatúa que abre cinco cerrojos sin entrenamiento, un perro que reconoce más de mil vocablos, un chimpancé que aprende el lenguaje de signos… Todos estos experimentos representan un desafío no solo para los demás animales que se enfrentan a ellos de igual a igual, sino para el propio ser humano, una especie que se denomina a sí misma Homo sapiens sapiens. En este artículo conoceremos algunos ejemplos individuales de inteligencia animal que harán que muchos de nosotros dejemos de mirar por encima del hombro a nuestra mascota.
Pipín: la cacatúa abrecerrojos
Apenas mide 30 centímetros, pero aun así, esta cacatúa goffiniana es capaz de aprender a resolver complicados problemas. El experimento lo ha llevado a cabo la Universidad de Oxford con el Instituto Max Planck: reunieron a diez habilidosas aves frente a una caja armada con cinco cerrojos. Tras ellos, un sabroso fruto seco.
Pipín consiguió abrirlos todos en menos de dos horas, y sin entrenar. Desenroscar un tornillo, correr un pestillo vertical, girar una rueda 90 grados, apartar un pasador y deslizar un cierre lateral… Cinco pasos que deben realizarse en el orden correcto y que suponen un ejercicio de paciencia, habilidad e imaginación sorprendentes para un ave con un cerebro de apenas veinte gramos.
Alex. El loro más inteligente de la historia
Llegó a desarrollar una inteligencia equivalente a la de un niño de cinco años. Durante más de tres décadas, Alex fue protagonista de miles de experimentos de aprendizaje que arrojaron resultados sorprendentes.
Controlaba un vocabulario fluido de más de 150 palabras, que utilizaba en un contexto adecuado y con un comportamiento acorde con lo que decía. Cuando estaba cansado, Alex decía: “Quiero volver, me voy”, señalando hacia su jaula; y cuando se equivocaba o hacía algo que molestaba a sus cuidadores, pedía disculpas: “Lo siento”. Si le acercaban un palo, decía: “Madera”, y si le mostraban un ovillo, aseguraba: “Lana”. Sus capacidades de lenguaje fueron muy debatidas entre los especialistas. Muchos pensaban que se debían más a la memoria que a un verdadero dominio del idioma. Sin embargo, Alex volvió a dejar con la boca abierta a sus detractores cuando, en una ocasión, le mostraron una manzana roja. El loro no sabía su nombre, así que,la observó, la probó… y dijo: “Plataneza”, un vocablo compuesto de plátano (por el sabor) y cereza (por el color).
Crear una nueva palabra requiere una comprensión en dos niveles. Entendía que estaba frente a algo que no podía nombrar y compuso el vocablo más aproximado.
Washoe y Koko: comunicación primate
A mediados del siglo XX, nuestra visión de la inteligencia animal experimentó un cambio radical gracias a los primeros indicios de comunicación con los grandes primates. Hasta el momento se había intentado que los chimpancés hablasen, sin saber que su laringe tenía limitaciones estructurales que lo hacían imposible. Así, en la década de 1960 los biólogos probaron suerte con el lenguaje de signos y funcionó.
Washoe fue la primera chimpancé que aprendió el lenguaje de signos y llegó a conocer hasta 350 palabras en inglés. Además, consiguió destrozar el mito de que solo nosotros poseemos la capacidad de trasladar conocimientos a otras generaciones (cultura) al enseñar a su hijo adoptivo, Loulis, más de 150 signos antes de que falleciera, en 1978.
Washoe fue la pionera, pero sus habilidades han sido mejoradas y ahora hay primates que dominan hasta 1.000 palabras diferentes y entienden más de 2.000. Este es el caso de Koko, la gorila de la Universidad de Stanford que apareció en la portada de National Geographic haciéndose una fotografía a sí misma en un espejo y demostrando así que, al contrario de lo que se pensaba, los gorilas sí son autoconscientes. También ha demostrado ser capaz de inventar palabras acordes con lo que ve.
Chaser: el perro buscador
Chase significa búsqueda en inglés, así que Chaser, el buscador, es el nombre más adecuado para esta Border Collie que ha sido entrenada por el Wofford College (EEUU) y cuyo entendimiento lingüístico le permite reconocer más de 1.000 vocablos y asociarlos a los objetos adecuados.
Sus cuidadores, los psicólogos Alliston Reid y John Pilley, la entrenaron a conciencia. Le mostraban un objeto, normalmente un juguete, y le repetían varias veces el nombre para que estableciera la relación entre sonido y objeto.
Después, apilaban en una habitación veinte juguetes y la perra debía traer el objeto correcto que los investigadores le nombraban. Con este método, y en los últimos tres años, Chaser ha superado un total de 838 tests en los que jamás se ha equivocado más de dos veces por cada veinte repeticiones, y ha llegado a dominar un total de 1022 palabras y asociarlas correctamente al objeto real correspondiente.
Es más, si entre los objetos incluimos un juguete que ella no conoce y pronunciamos su nombre pidiendo que nos lo traiga, Chaser se irá al montón, buscará entre los objetos y, por eliminación, cogerá el juguete que le pedimos.
Su aparición estelar en YouTube junto al célebre divulgador Neil deGrasse Tyson buscando un peluche de Albert Einstein h a sido su trampolín a la fama entre los internautas. Tras el “Chaser, traeme a Einstein” de Tyson, la perra lo rescató sin dudarlo.
Betty: una MacGyver con alas
A mitad de camino entre Australia y Nueva Zelanda, en el archipiélago de Nueva Caledonia, habita un tipo especial de córvido que fascina a los biólogos desde hace décadas: el cuervo de Nueva Caledonia, el único animal no primate capaz de fabricar herramientas. Una habilidad que hasta hace poco se creía exclusiva de los humanos y algunos de sus parientes más cercanos. Sin embargo, esta genial especie de cuervo no solo utiliza palos y ramas para obtener alimento, sino que los modifica para que entren y se adecuen a las grietas y recovecos de los árboles, capturando así su dieta de insectos, larvas y hormigas. Este comportamiento en estado salvaje intrigaba desde hacía años a los científicos, hasta que en el año 2002 investigadores del Laboratorio de Ecología del Comportamiento Animal de la Universidad de Oxford quisieron averiguar hasta dónde llegaban sus capacidades.
La elegida fue una hembra a la que llamaron Betty, y que a la postre se convertiría en portada de la Revista Science como la primera demostración de diseño y fabricación de herramientas en una especie no primate.
Los biólogos la dejaron junto a una serie de elementos de diferentes formas y tamaños y una botella de cristal con alimento en el fondo. El ave observó las alternativas y eligió un alambre fino y delgado que acababa en forma de gancho. Betty consiguió su premio.
Sin embargo, no estaba sola. Con ella se encontraba Abel, un macho de su misma especie que, al observar el éxito de su compañera, se acercó sigilosamente y le robó la herramienta. Los científicos pensaron que Betty se iba a dar por vencida; sin embargo, cogió uno de los alambres rectos, lo sujetó con las patas, lo dobló con el pico y fabricó así un nuevo gancho.
De este modo, el experimento de Oxford demostró que estos cuervos pueden resolver problemas nuevos utilizando y modificando materiales desconocidos. Betty volvió a construir nuevos ganchos en otros experimentos, pero no repitió lo aprendido: se adaptó a las circunstancias y usó su experiencia para crear nuevas soluciones con lo que tenía.
Algo muy parecido a lo que entendemos como inteligencia, ¿no?
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