Compré aquel animal a un cetrero irlandés. Quedamos en un muelle y yo no paraba de pasear arriba y abajo con 800 libras en el bolsillo. Apareció el cetrero con dos cajas, una en cada mano. El cetrero abrió una y vi a mi azor. Creí ver a un dragón, era como oro sobre el agua…”, así relata Helen MacDonald a Quo su primer encuentro con Mabel, una hembra de azor que protagoniza H de halcón, conmovedor libro escrito por Helen, fenómeno de ventas en Reino Unido, ganador (entre otros) del prestigioso premio Samuel Johnson a la mejor obra de no ficción. El título en inglés, H is for Hawk, se debe a que hawk engloba a todas las aves de presa pequeñas (azor en ese idioma se dice goshawk); la editorial española decidió conservar, además, el vínculo que supone esa H con la inicial de la autora.
El azor es el ave de presa más peligrosa y letal que existe, y Helen decidió comprar una y adiestrarla a raíz de la inesperada muerte de su padre. Así comenzó una relación entrañable.
“Un cernícalo, mi primera ave”
“Casi ni me acuerdo del momento en que empezaron a fascinarme las aves. Un día, con seis años, les dije a mis padres muy seria que quería dedicarme a la cetrería. Mi padre me compraba libros de pájaros… A los 13 años, mi primera ave de presa fue un cernícalo, y ya no paré. Por mi brazo han pasado muchos halcones hasta llegar a Mabel, que fue mi primer azor. Esta especie es como un ángel del infierno, una escopeta con plumas.”
El azor tiene las alas y la cola cortas, ideales para moverse en espacios frondosos
Helen cuenta que el cernícalo era tan pesado que su brazo temblaba cuando se posaba. “Cuando emprendió el vuelo y vi que, pasado un rato, volvía de regreso a mi brazo, se me saltaron las lágrimas de alegría. Que un animal salvaje vuelva a ti por libre elección representa algo extraordinario, porque has conseguido establecer un vínculo difícil de lograr”. ¿Y cómo se consigue ese vínculo? “Básicamente, proporcionándole comida. Si, además, acompañas al azor durante la caza, pronto empieza a verte como su asistente. Un día, un faisán se metió entre los arbustos y Mabel no podía cazarlo; así que yo hice un claro entre los troncos y le facilité el trabajo”. ¿Qué ocurre si no vuelve? “Ahora hay una nueva tecnología sensacional que consiste en insertar un microdispositivo de localización GPS entre las plumas sin ocasionar daño alguno al animal. Después, vía Google Earth, puedes ver sus trayectorias de vuelo en tiempo real. Cuando miras la pantalla parece una película sobre drones”.
“Nunca le castigues”
Le pido a Helen que me cuente lo que nunca se debe hacer a un azor. “Nunca le castigues. La relación debe basarse en el refuerzo positivo. Si el azor está muerto de hambre, no agites un trozo de carne con la mano, porque se lo comería todo, a ti incluido. Cuando te muerde la mano, sientes una descarga eléctrica tremenda. Otro punto importante: debes comportarte de forma educada con el azor. La cetrería consiste en aprender el arte de la cortesía con un ave rapaz, porque en caso contrario se marchará y no volverás a verla más. Nunca traté a Mabel con voluntad de dominio, eso no funciona”. Helen me cuenta que el azor es, además, un gran estratega: “Su inteligencia táctica es sobresaliente. Imagina que estuviéramos en un campo recién labrado, sin árboles y con un par de conejos al fondo que acaban de salir de su madriguera. Tienes al azor en el brazo y lo lanzas pensando que seguirá la trayectoria que le has marcado en línea recta. Pues no. Mabel daría la vuelta, volaría a ras de suelo camuflándose entre los surcos y atacaría a los conejos por detrás. Parece mentira que tengan tanta inteligencia táctica con un cerebro del tamaño de una nuez. La naturaleza ha diseñado a los azores para que sean depredadores eficaces”.
Sin embargo, Helen y su azor llevaban juntas una vida doméstica. La sacaba a pasear por las calles de Oxford, y pasaban largo rato viendo la tele, o escuchando música. “Nos calmaba la música clásica, sobre todo Mozart y Sibelius. Mi azor vio más programas de mudanzas y de subastas de muebles antiguos que ningún otro animal en el mundo. Te voy a contar una anécdota muy curiosa: un día, caminando por la calle encontré una cinta de casete tirada en el suelo. La recogí y la puse en el reproductor que tenía en casa. Quien fuera su propietario había grabado una sinfonía de Sibelius que emitía una radio japonesa con tormenta eléctrica como sonido de fondo. Escucharlo me pareció fascinante y a Mabel la relajaba”.
Helen consiguió formar parte del exclusivo grupo de cetreros británicos. “Una vez me presenté con mi azor en una reunión de cetreros, todos hombres aristocráticos vestidos de tweed. Me miraron con gesto de sorpresa y no tardaron un segundo en preguntar si me había perdido. Remontándonos al siglo XII y XIII encontramos a muchas mujeres cetreras. Incluso Juan de Salisbury llegó a decir que ‘el sexo más débil destaca en la caza con pájaros’. Pero a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la caza doméstica se convirtió en una actividad casi exclusivamente masculina”.
Mabel falleció hace dos años. Era un ave joven. “Conservo el anillo que llevaba colgado y cinco de sus plumas. Después de enterrarla en una colina, nunca más he vuelto a pasear por allí”. Su relación con Mabel hizo que Helen pudiera superar el duro mazazo que le supuso la pérdida de su padre. En su libro, que ha recibido merecidos premios, consigue que el lector haga con ella ese viaje volando desde el dolor a la libertad.
DATOS:
750 gramos. Se trata del peso medio de los azores macho.
Hembras pesadas. Suelen alcanzar un peso que llega hasta 1,2 kilogramos.
3 huevos. Es el número habitual que suele incubar el azor hembra.
Ave patria. Vive en España todo el año. El azor también se encuentra en Asia y América.
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