Son escenarios totalmente aislados, retirados, que han resistido el sino urbanizador de los tiempos y que, habitualmente, ofrecen una vida extrema. A veces, ese es precisamente el aliciente para ir a ellos, como sucede con el cabo Morris Jesup, el lugar más cercano al polo norte y donde se obtienen valiosas mediciones meteorológicas. Otras veces pasa todo lo contrario, como en el caso del condado chino de Medog, donde las condiciones climáticas y los densos bosques impidieron las visitas hasta la inauguración de una carretera, que tampoco puede abrir todos los meses del año. Algunos asentamientos, como el pueblo minero peruano de La Rinconada, obedecen a la búsqueda de recursos naturales; otros, como la aldea de Supai, son el fruto de la historia: allí aún reparten el correo en burro, un sistema no muy distinto al que usarían los indios americanos si aún fuera su tierra.
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