Los expertos alertan del grave riesgo medioambiental que supone el incremento de abejas urbanas en la ciudad de Nueva York
La pandemia ha favorecido que un gran número de urbanitas se inicien en la apicultura, colocando colmenas incluso en los edificios de oficinas. Además, la miel se ha extendido en el consumo como el nuevo producto dorado. La moda redujo la oferta de abejas para apicultores noveles, que empezaron a importarlas, en muchas ocasiones, desde Italia.
Lo que parece una historia inocente, ha hecho saltar la alarma en los entornos científicos, porque las abejas autóctonas empiezan a encontrar demasiada competencia. El daño medioambiental que pueden ocasionar las abejas está en escalada.
Rafa Mingorance, autor del canal de YouTube Diario Vivo Nueva York, explica en este vídeo la alarma causada por el exceso de abejas urbanas, y la razón de que el impacto sea mayor del que cabría esperarse.
Texto: Rafa Mingorance:
Durante los últimos años, la apicultura es una de las actividades al aire libre que más adeptos ha ganado en Nueva York. Pero ha sido durante la pandemia, cuando se ha puesto más de moda. Y aquí surge el problema porque, según alertan los científicos, el exceso de abejas en la ciudad podría suponer una seria amenaza medioambiental. En este video te quiero explicar porqué se ha dado la voz alerta sobre la cría de abejas urbanas.
Han surgido organizaciones sin ánimo de lucro que se dedican al cuidado de las abejas y también ha florecido un mercado de venta de tarros de miel con la etiqueta de ‘hiperlocal’
El verano del año pasado, en el condado de Queens se habilitó un colmenar para cuidar las abejas que anidaban en numerosos hoteles, edificios de oficinas y restaurantes de Manhattan. Durante el confinamiento que sufrió Nueva York, vivieron desatendidas durante meses. En el año 2010 fue cuando se legalizó la apicultura en Nueva York y tuvo un gran éxito desde el principio. ¿Por qué motivo? Para empezar es una actividad que ocupa poco espacio. Una colmena de madera mide más o menos como la cajonera del escritorio que tengas en casa. En poco tiempo, han surgido organizaciones sin ánimo de lucro que se dedican al cuidado de las abejas y también ha florecido un mercado de venta de tarros de miel con la etiqueta de ‘hiperlocal’.
Y aquí es donde surge el problema porque la mayoría de estas abejas son importadas. Proceden de Europa, en su mayoría de Italia, y están desplazando a las especies autóctonas de Nueva York que son las responsables de polinizar la flora local.
Trabajos recientes de la Universidad de Cornell señalan que la población de insectos polinizadores neoyorquinos son más diversos de lo que se pensaba. No solo se trata de las abejas salvajes, también de las avispas, las mariposas, las polillas y cierto tipo de escarabajos. Incluso los colibríes juegan un papel importante como polinizadores en Nueva York. Y no solo me refiero a la ciudad.
En el conjunto del Estado de Nueva York, la polinización de estas especies juega un papel esencial. Hay cerca de 36.000 granjas en todo el territorio. ¿Cuál es el cultivo que más depende de las abejas polinizadoras? El manzano. Se han llegado a documentar más de 110 especies de abejas silvestres que visitan las flores de los manzanos de Nueva York desde el lago Ontario hasta el valle del Hudson.
En cifras, la polinización de las abejas silvestres tiene un valor de 214 millones de euros. Pero la actividad de las abejas va más allá de los manzanos. También polinizan las calabazas, las fresas, las cerezas y las peras. Los cultivos polinizados por las abejas autóctonas representan entre el 15 y el 30 % del total de los alimentos que se consumen en Nueva York. Si, por culpa de la competencia de las abejas italianas, las autóctonas tienen que viajar cada vez más lejos para conseguir su sustento, hay un riesgo económico y medioambiental evidente.
Hay personas que se sienten atraídas por la mentalidad de la colmena. Las abejas son un colectivo que trabajan siempre por el bien común
Cuando el virus nos obligó a quedarnos en casa, la gente no se limitó a mirar el cielo por las noches para descubrir la posible presencia de ovnis. En los neoyorquinos surgió la necesidad de disfrutar del aire libre y muchos habitantes se centraron, como forma de evasión, en actividades relacionadas con el mundo natural. Eso explica que la apicultura urbana sea tendencia en estos momentos. Pero no es el único factor. También está el aspecto psicológico. Hay personas que se sienten atraídas por la mentalidad de la colmena. Las abejas son un colectivo que trabajan siempre por el bien común. Hay en ellas cierta voluntad de trascendencia colaborando juntas en el mismo proyecto.
El Departamento de Salud Pública de Nueva York ha registrado 326 colmenas en 2020. Aunque los apicultores están obligados a registrar sus colmenas, muchos no lo hacen, así que la cifra podría ser incluso el doble. Se cree que hay más de 600 colmenas repartidas por toda la ciudad. Como el mercado ha crecido mucho, no ha quedado más remedio que importarlas de Europa y, en este contexto, las abejas italianas son mayoritarias.
Establecimientos como panaderías y restaurantes tienen sus propias colmenas para elaborar pasteles, platos y hasta cócteles con miel de cosecha propia. Si quieres alimentos locales, se necesitan abejas locales.
Llama la atención que haya tanta permisividad con este tema, cuando no ocurre lo mismo con los caracoles. Hace un año entrevisté al chef Taylor Knapp que tiene una granja de caracoles en Staten Island. Como sus caracoles eran de origen francés, se vio obligado a construir el ‘Alcatraz de los caracoles’. Si escapaban, podían ocasionar un desastre en los cultivos locales. En cambio, con las abejas importadas no existe el mismo cuidado. Me parece que es un tema de debate interesante porque nos hace ver hasta qué punto la globalización de especies animales y vegetales altera y deteriora las condiciones del medioambiente.
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