Los sobrevivientes de tortura muestran una conectividad reducida en redes cerebrales clave, lo que impacta en su atención, inhibición y funciones motoras
Un estudio revela cambios neuronales específicos en sobrevivientes de tortura, vinculados con síntomas de disforia en el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
La tortura, definida por la ONU como un daño físico o psicológico intencional, es una práctica prohibida internacionalmente, pero aún prevalece en muchos países. Afecta gravemente la salud mental de las víctimas, alterando su sentido de control y causando trastornos como el TEPT, depresión y ansiedad. Estos traumas no solo afectan la identidad y el bienestar psicológico, sino también las funciones cognitivas, provocando cambios medibles en el cerebro.
Un equipo liderado por Belinda J. Liddell investigó cómo la tortura afecta la conectividad de las redes cerebrales usando tareas cognitivas. El estudio, publicado en Biological Psychiatry: Cognitive Neuroscience and Neuroimaging, incluyó a 77 adultos refugiados en Australia, de los cuales 33 habían sufrido tortura y 44 habían experimentado otros traumas severos.
Los participantes completaron evaluaciones psicológicas y luego realizaron una tarea cognitiva conocida como «Go/No-Go» mientras se les sometía a imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). En esta tarea, debían responder a un estímulo (círculo blanco) y abstenerse de responder a otro (cuadrado blanco), evaluando su control de impulsos y atención.
Los participantes lograron una precisión del 95%, lo que confirmó su atención durante la tarea. Sin embargo, los sobrevivientes de tortura mostraron diferencias significativas en la conectividad cerebral:
Estas alteraciones reflejan un impacto directo en funciones ejecutivas, la regulación emocional y la integración sensorial-motora, todos elementos esenciales para el funcionamiento diario.
El estudio destaca que las alteraciones en la conectividad cerebral de las víctimas de tortura están asociadas a síntomas de disforia del TEPT. Según los autores, “abordar los procesos de control cognitivo podría aliviar los síntomas postraumáticos entre los sobrevivientes de tortura”.
A pesar de su importancia, la investigación tiene limitaciones. Los participantes eran refugiados en Australia, lejos de los conflictos de origen. Esto podría influir en los resultados y limitar su aplicabilidad a otras poblaciones.
En conclusión, este estudio arroja luz sobre cómo la tortura afecta profundamente el cerebro humano, subrayando la necesidad de enfoques terapéuticos específicos para abordar las secuelas psicológicas y cognitivas en los sobrevivientes.
REFERENCIA
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