Psicología

La inteligencia artificial va a transformar la psicología, pero hay dilemas éticos

Los expertos exploran cómo herramientas como los chatbots y los wearables mejoran la terapia y la formación, mientras plantean cuestiones sobre privacidad y confianza

“La revolución de la IA está aquí. Colaboremos para guiarla hacia el bien”, dicen los psicólogos de la Asociación Estadounidense de Psicología. La inteligencia artificial (IA), considerada por muchos como la fuerza impulsora de la cuarta revolución industrial, está revolucionando sectores, incluida la psicología.

Modelos generativos y las tecnologías portátiles prometen transformar el cuidado de la salud mental, pero también plantean desafíos éticos. Conceptos como los «modelos de lenguaje generativos» o la «etiqueta social de las máquinas» destacan la necesidad de entender y controlar estas herramientas. El papel de los psicólogos es esencial para integrar la IA de manera ética, protegiendo a los pacientes y garantizando que la tecnología complemente, no reemplace, el juicio humano.

IA en la práctica clínica

“Ahora es el momento de comenzar a integrar la IA”, afirma David Luxton, psicólogo clínico y profesor afiliado de la Universidad de Washington. Luxton lidera la investigación sobre chatbots que pueden evaluar problemas como la depresión o el riesgo de suicidio de manera más empática y menos repetitiva que los cuestionarios estándar como el PHQ-9. Estos chatbots podrían mejorar la precisión de las evaluaciones al ofrecer una interacción más humana, pero la aceptación de estas herramientas dependerá de cómo las perciban tanto los clínicos como los pacientes.

Sin embargo, la introducción de la IA no está exenta de riesgos. Margaret Morris, psicóloga clínica y académica de la Universidad de Washington, señala que los pacientes podrían sentirse inseguros si sus datos no están completamente protegidos. “Si como paciente no sientes que tus conversaciones con un terapeuta son realmente tuyas, todo el proceso cambia”, advierte.

Morris alienta a los clínicos a hacer preguntas críticas antes de adoptar tecnologías basadas en IA: ¿Los datos del paciente se almacenan en la nube? ¿Quién tiene acceso a ellos? ¿Podrá el paciente retirar su información en el futuro? Estas cuestiones son particularmente relevantes en estados donde los datos sensibles podrían tener consecuencias legales, como aquellos relacionados con el aborto.

Opciones prometedoras incluyen el uso de software de transcripción local basado en modelos de código abierto, como Llama de Meta, que permite mantener los datos seguros en computadoras locales en lugar de depender de servidores externos. Según Morris, este enfoque refleja una adopción responsable de la IA al priorizar la privacidad del paciente y la relación terapéutica.

Innovaciones en la práctica

La IA también está ampliando las herramientas de los terapeutas, desde la transcripción automatizada de notas hasta el análisis de datos de dispositivos portátiles. Un estudio dirigido por Zachary Englhardt en la Universidad de Washington encontró que los terapeutas podrían utilizar datos como la actividad física o el uso del teléfono para analizar patrones emocionales en pacientes. “Lo que me encanta de esto es que pone a la IA al servicio de la relación humana, la alianza terapéutica que sabemos es crucial para la terapia”, explica Morris.

Además, modelos como mpathic y Lyssn analizan transcripciones de sesiones para ayudar en la supervisión y formación de nuevos terapeutas. Estos sistemas pueden identificar desviaciones de los protocolos establecidos y ofrecer retroalimentación en tiempo real, incluyendo sugerencias para reformular respuestas. Aunque estas herramientas actualmente están limitadas a protocolos como la terapia cognitivo-conductual, los expertos esperan que en el futuro también puedan apoyar enfoques psicodinámicos y basados en la introspección.

Simulaciones avanzadas también podrían cambiar la formación de terapeutas. Tara Behrend, profesora en la Universidad Estatal de Míchigan, visualiza un futuro donde los estudiantes interactúen con pacientes simulados que respondan con expresiones faciales y lenguaje corporal realistas. Según Behrend, este tipo de práctica podría ser una herramienta invaluable para que los aprendices experimenten escenarios difíciles sin riesgos.

Implicaciones éticas y sociales

La IA no solo transforma la clínica, sino también la investigación psicológica. Ericka Rovira, profesora de psicología en la Academia Militar de West Point, advierte sobre los riesgos de confiar ciegamente en herramientas generativas como ChatGPT. “Es importante que las personas se mantengan involucradas en la toma de decisiones”, señala. Su investigación muestra que las personas con mejor memoria de trabajo y control atencional tienden a detectar con mayor facilidad errores de la IA, como referencias falsas o datos inventados.

Otro desafío es el uso de IA para escribir manuscritos científicos. Si bien estas herramientas pueden acelerar el proceso y hacerlo más accesible para investigadores no angloparlantes, también podrían sobrecargar el sistema de revisión por pares. “Esta explosión de manuscritos podría romper el sistema tal como lo conocemos”, advierte Rovira.

A pesar de estos riesgos, Adrian Aguilera, psicólogo y profesor en las universidades de California en Berkeley y San Francisco, ve en la IA una oportunidad para abordar inequidades en salud. “Con mucho menos esfuerzo, los modelos de lenguaje pueden ayudarnos a adaptar intervenciones para poblaciones específicas”, dice, señalando ejemplos como la traducción culturalmente sensible de protocolos para hablantes de español latinoamericano.

La clave para el uso ético de la IA, según los expertos, será establecer principios claros, como recolectar solo los datos necesarios y garantizar la transparencia en su uso. “El cambio genera ansiedad, y ser críticos es extremadamente importante”, concluye Aguilera. “Pero la revolución de la IA está ocurriendo. Participemos y guiemos su desarrollo hacia el bien”.

REFERENCIA

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Amina Jover

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