El diagnóstico molecular sí permite averiguar, no ya frente a qué polen se produce la reacción, sino a qué molécula, lo que facilita el diseño de tratamientos personalizados mucho más eficaces. Antes, un enfermo que tuviera alergia a distintos tipos de pólenes tenía que vacunarse con extractos de cada uno de ellos; ahora, al conocer la molécula que nos produce la alergia multiplicamos la protección: evitamos la reacción al alérgeno de las gramíneas, pero al mismo tiempo también la extendemos a los alimentos que comparten esas mismas moléculas. Se estima que uno de cada cinco alérgicos al polen reacciona a unas proteínas que están presentes en varios alimentos, las profilinas. Se encuentran en las gramíneas que ya nos invaden, pero también en el polen del olivo y en frutas como la manzana, la pera, el melocotón, la almendra y el albaricoque. Al menos, en la batalla que libran los alérgicos contra el superpolen ya se dispone de un arma mejorada, una vacuna que comparte su mismo prefijo, una supervacuna. Y es mucho más fiable que los gatos antialérgenos que se venden por internet
Redacción QUO
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