No solo pueden, sino que algunos de ellos están diseñados para hacerlo. Se usan para luchar contra plagas que llegan al interior de las frutas –y verduras– para alimentarse de los nutrientes que contienen. Para evitarlo, estas sustancias, que se conocen como pesticidas sistémicos, se aplican de manera que sea la propia planta la que las absorba y las distribuya por todos sus tejidos, incluidos los que forman parte de los frutos.
Estos pesticidas fulminan directamente a hongos y animales invertebrados como los insectos, no pueden lavarse por completo y son los que más se emplean a nivel mundial. Su cuota de mercado se estima en alrededor del 40 por ciento. Su éxito se basa en que su eficacia persiste durante mucho tiempo, desde meses hasta años.