Aunque las bacterias están presentes en todo el medio ambiente, crecen más rápidamente en los calurosos meses de verano, aumentando el número de intoxicaciones alimentarias. Más de la mitad de ellas se producen, según la OCU, por manipulaciones incorrectas y modos de conservación erróneos. «Olvidarse de la seguridad alimentaria es una receta para el desastre», avanza Diane Calello, directora del Centro de Control de Venenos de Nueva Jersey en la Escuela de Medicina Rutgers, de Nueva Jersey. Su guía de seguridad recién elaborada empieza con un consejo muy básico: «No importa lo ocupado que uno esté durante las vacaciones, siempre hay que recordar los riesgos de manejar los alimentos de manera inadecuada».
Calello recuerda que una de las malas prácticas más frecuentes es preparar alimentos cuando se tiene algún tipo de enfermedad respiratoria o infección, poniendo a los invitados en riesgo de enfermar. La intoxicación alimentaria alcanza su punto máximo en el verano, porque las temperaturas más cálidas permiten que los gérmenes transmitidos por los alimentos se multipliquen rápidamente. Los efectos de la intoxicación alimentaria pueden ocurrir entre unas pocas horas e incluso unos días después de la ingestión. Algunos de sus síntomas son náuseas, vómitos, calambres estomacales, diarrea y fiebre.
La investigadora aconseja revisar periódicamente las despensas, los refrigeradores y los congeladores para asegurarse de que no contienen ningún alimento caducado o en mal estado. “La contaminación de los alimentos es una preocupación real, no solo para la carne y los productos del mar, sino también para las frutas y verduras frescas”.
Como la contaminación puede darse en cualquier punto del proceso desde la cosecha a mesa, las prácticas básicas de seguridad empiezan por lavarse las manos con jabón y agua tibia antes y después de preparar los alimentos. También hay que limpiar bien las frutas y verduras y evitar que toquen las superficies o utensilios que hayan estado expuestos a la carne cruda.
Calello recomienda el uso de un termómetro para alimentos para asegurarse de que la carne está bien cocida, a una temperatura lo suficientemente alta como para matar bacterias y gérmenes dañinos. Para conservarlos, es mejor dividir las sobras en porciones más pequeñas y colocarlas en recipientes cubiertos y poco profundos. Esto permite que los alimentos se enfríen adecuadamente evitando que proliferen bacterias.