Una enfermedad que Europa occidental creía olvidada, la malaria, ha vuelto a hacer su aparición en el país del viejo continente más afectado por la crisis y los recortes económicos. Grecia está viviendo un preocupante resurgir de las enfermedades provocadas por mosquitos, que matan cada año en África y otras regiones endémicas entre 700.000 y 2,7 millones de personas.
La última vez que el país heleno sufrió un caso de malaria con origen doméstico fue en 1974, en tiempos de otra de las peores crisis económicas que ha sufrido nuestro planeta (la del petróleo). Las constantes reformas impuestas por los socios europeos como consecuencia de los planes de rescate han secado los presupuestos en servicios sociales tan importantes como el sistema sanitario. Y las consecuencias comienzan a ser trágicas.
Las autoridades sanitarias mundiales han alertado del peligro que esta incipiente ola de paludismo entraña para el sur de Grecia. Y la expansión de esta enfermedad a Atenas, la capital, es algo que se espera más pronto que tarde. El Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos recomendó la pasada semana a los turistas que, mientras la plaga siga extendiéndose, lleven consigo medicamentos contra la malaria cuando visiten las zonas más afectadas.
Incluso las ONG se han puesto las pilas. Médicos sin Fronteras ya ofrece en el sur de Grecia el mismo tipo de tratamientos que habitualmente proporciona en el África subsahariana, la zona cero de la malaria en el mundo. «Para un país europeo, dejar que este tipo de situación se desarrolle sin control es una gran preocupación», afirma Apostolos Veizis, director de operaciones de apoyo médico de Médicos sin Fronteras en Grecia.
Sin embargo, el Gobierno heleno no ha parado de meter la tijera en la Sanidad por mandato de la troika y alrededor de un 30% de la población griega tiene ya problemas para acceder a la asistencia médica. La crisis impide combatir la malaria, que ha llegado a las costas griegas procedente de la inmigración. Grecia es la mayor puerta de entrada para los asiáticos y africanos que quieren entrar en la Unión Europea, tanto de forma legal como ilegal. Se calcula que en el país del Partenón residen más de un millón de inmigrantes.
Un estudio realizado entre 6.000 inmigrantes en el sur del país reveló que el 60% de ellos tenían anticuerpos de la malaria en su organismo, lo que significa que ya habían estado en contacto con la enfermedad anteriormente. Esto en un país que ha visto el resurgir de la xenofobia debido a la crisis y sus consecuencias, con un ascenso preocupante de la extrema derecha (Amanecer Dorado), en las últimas elecciones.
El calentamiento global, según los expertos, ha hecho el resto, propiciando las condiciones climáticas para la expansión del mosquito que causa la enfermedad.
¿Qué riesgo hay de que la enfermedad se expanda?
El atractivo de las ruinas de la civilización que puso a rodar la Democracia funciona a pesar de la crisis. Alrededor de 16 millones de turistas visitan Grecia cada año y prácticamente ninguno toma las precauciones necesarias para prevenir enfermedades provocadas por mosquitos. Por eso Médicos sin Fronteras y otros organismos relacionados con la salud advierten de la importancia de tomar medidas.
«No puedes correr tras la malaria. En un país de la Unión Europea, no deberíamos estar corriendo detrás de una enfermedad como si fuera una emergencia. Incluso los países menos desarrollados de África cuentan con un plan nacional contra esta clase de enfermedades. De un país que es miembro de la UE eso es lo mínimo que cabe esperar», denuncia Veizis.
Redacción QUO
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