Investigadores de la Universidad Complutense quisieron saber cuánto tarda en impactarnos una palabra, dependiendo de su intensidad. Para ello, las usaron de varios tipos, jugando con lo familiares que eran y con la carga positiva o negativa que tuvieran. Ocurrió algo de esperar: los vocablos más familiares neutros (ni buenos, ni malos, como “mano”) ganaban la carrera frente a los neutros menos frecuentes –tardamos más en caer en qué significan–. Pero si las palabras eran infrecuentes y negativas, “corremos” un poco más para entenderlas, porque son motivo de alerta.
Redacción QUO
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