Es como si tuviéramos un ecualizador personal que permitiría ir potenciando u omitiendo el ruido en función de nuestros intereses. Según un estudio liderado por Richard Mooney, profesor de Neurobiología en la Duke University School of Medicine, el cerebro mitiga aquellos sonidos que provienen de nuestras propias acciones y, por el contrario, potencia aquellos a los que nos conviene prestar más atención.
Durante una conversación normal, el cerebro está continuamente ajustando el volumen para suavizar nuestros propios ruidos y elevar el de otras personas cercanas. Más allá del afán cotilla de cada uno, esta habilidad es muy útil para aprender a hablar o para iniciarse en el manejo de un instrumento musical.
El hallazgo es particularmente relevante porque es la primera vez que se desarrolla el diagrama de un circuito cerebral en el que analiza la compleja interrelación entre el sistema motor y el auditivo de un individuo. Publicado en The Journal of Neuroscience, podría ser de una gran ayuda en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como la ezquizofrenia y otras enfermedades mentales.
Redacción QUO
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