Si existen dolencias que pasan de padres a hijos, ¿Aumentan nuestras posibilidades de no contraerlas cuando no hay? Según un estudio de la Universidad de Exeter, la falta de factores de riesgo para enfermedades cardíacas y algunos tipos de cáncer puede alargar nuestra existencia al producirse el salto generacional.
El estudio, publicado en el Journal of the American College of Cardiology, integró a un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), el Centro de Envejecimiento de la Universidad de Connecticut y los institutos nacionales de salud francés e indio.
La investigación parte de una iniciativa del Consejo de Investigación Médica estadounidense. Los participantes procedían del archivo del biobanco británico, un establecimiento para la recogida y distribución de material biológico como genes, células u organismos. En total seleccionaron unas 190.000 personas. De ellas, 186.000 tenían una edad comprendida entre los 55 y los 73 años.
El equipo encontró una incidencia menor de incidencias relacionadas con el sistema circulatorio (infartos, fibrilación, alta presión sanguínea) en personas cuyos padres habían vivido más. En concreto, el riesgo de muerte por enfermedades del corazón era de un 20% menor por cada década que al menos un padre vivió más allá de los setenta años. También presentaban un 7% menos de probabilidades de desarrollar algunos tipos de cáncer.
Aunque existen grandes factores de riesgo como el tabaco, el consumo de alcohol, la baja actividad física o la obesidad, establecieron un pequeño ‘patrón’ de predicción después de recopilar la totalidad de los riesgos.
“Preguntar sobre la longevidad de nuestros padres puede ayudarnos a predecir si envejeceremos bien”, explica la doctora Janice Atkins, investigadora de la Escuela Médica de Exeter y autora principal del paper. Para ella, se trata del estudio más extenso que muestra nuestras probabilidades de vivir a partir de los sesenta y setenta años.
David Melzer, quien dirige el programa de investigación, afirma que hay suficientes conocimientos sobre por qué algunas personas desarrollan problemas de corazón durante sus sesenta años, mientras que en otras aparecen mucho más tarde en la vida.
“Nuestra investigación nos dice que, evitando al mismo tiempo los factores de riesgo conocidos, del que es bastante importante fumar, hay otros que están heredados de los padres”, afirma.
Según apunta, a medida que entendamos mejor estos factores, seremos más capaces de ayudar a las personas a envejecer bien.
Redacción QUO
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