Un nuevo estudio matemático publicado en Physical Review of Letters asegura que podríamos disponer de un ‘interruptor’ genético que es determinante para nuestra esperanza de vida y que, de poder apagarlo, nos permitiría vivir de cinco a diez veces más.

Los investigadores han utilizado un nuevo modelo matemático con el fin de dar una vuelta en su cabeza al concepto tradicional del proceso de envejecimiento. Si sus resultados son positivos, tendría una gran repercusión en nuestra forma de comprender el proceso de envejecimiento, así como nuevos argumentos y técnicas para aquellos que buscan poder reprogramar a los seres humanos para poder vivir más tiempo.

Según explican en el artículo, hay numerosas especies que mueren tras la reproducción, como es el caso del pulpo hembra. Pero otros, como el cocodrilo, no pueden envejecer en absoluto ¿qué tienen en común? que son una evidencia de que el envejecimiento puede no ser un rasgo inherente, sino más bien una demostración de cómo las especies evolucionan según su entorno. Los investigadores aseguran que «nuestra comprensión sobre la evolución es defectuosa».

En lugar de seleccionar naturalmente con el fin de tener las vidas más largas posibles -como la teoría principal sostiene- la evolución frecuentemente opta por expectativas vitales más cortas en ambientes donde los recursos son escasos y la presión para la reproducción es especialmente intensa. Como resultado, tal y como se argumenta en la investigación, «los seres humanos hemos sido condicionados genéticamente para vivir vidas más cortas». Según los autores, las teorías tradicionales describen medias basadas en determinados ambientes, y no las variaciones locales que están presentes en la naturaleza, como pueden ser los recursos que se dejan a los descendientes.

Estos hallazgos tienen varias implicaciones. El más importante de todos es uno de los que más preocupan a nuestra sociedad: el envejecimiento, ya que terapias genéticas podrían alargar la vida y retrasar los efectos del envejecimiento. Existen evidencias de esta teoría en otras especies. Por ejemplo, la pulpa hembra que comentábamos antes, muere poco después de dar a luz. Pero si extirpamos su glándula óptica, vive más tiempo e incluso puede llegar a reproducirse. Asimismo, otros investigadores han encontrado mutaciones genéticas en los nematodos, unos gusanos que pueden llegar a extender su vida cinco veces más.

Esta investigación el primer aporte para entender la teoría del envejecimiento desde una perspectiva de sistemas complejos. Aunque aún los investigadores no han identificado el mecanismo específico necesario para lograr que nuestra vida sea mucho más larga. «No puede basarse en una sola mutación, debe ser más complicado», explica Yaneer Bar-Yam, uno de los autores principales. «Aunque no tanto para que la evolución no sea capaz de realizar cambios para acortar o alargar la vida útil dependiendo de las condiciones ambientales.

Fuentes

necsi.edu | motherboard.vice.com | Acceso al ‘paper’ de la investigación |

Redacción QUO